El norte de Gran Canaria está salpicado de numerosos charcos, pero, si se pasa por el de San Lorenzo, en Moya, seguro que se para. Dos amplias piscinas naturales de grandes dimensiones habilitadas por el hombre le regalarán el placer oceánico sin riesgos de oleaje. Además, sus servicios, los restaurantes y su cercanía a la autopista convierten la parada casi en obligada si, además, se atiende a que se dispone de zona con arena, algo no muy habitual en esta comarca.