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Soy amante de esta tierra, de eso no cabe duda, y no solo por mi actividad profesional (que también) sino porque cuanto más viajo por el mundo más me doy cuenta de los numerosos tesoros que tiene Tenerife. Deliciosa gastronomía, excelentes vinos, fiestas únicas, playas salvajes o rica naturaleza como la que encontramos en la Reserva Natural Integral del Pijaral, más conocida popularmente con el nombre de Bosque Encantado, en Anaga.
Hoy hablaré de turismo activo, ese que invita a salir y a fundirte con la naturaleza, ese que hace que vuelvas a la vida. En definitiva ese que te hace volver a conectar con la realidad y a renovar fuerzas de cara a la rutina diaria.
El Bosque Encantado en Tenerife, un lugar único
En el noreste de la isla, concretamente en el macizo de Anaga, encontramos esta Reserva Natural del Pijaral, una zona de incalculable valor además de una delicia para los sentidos.
En el interior de esta área protegida encontramos endemismos como la Plutonia lamarckii (una curiosa babosa con caparazón de caracol) o la Woodwardia radican, también conocida como píjara. Esta última es una especie de helecho de la que toma el nombre la zona (El Pijaral) debido a su abundancia.
Con un bocadillo y una botella de agua en la mochila comienzo el sendero adentrándome en el misterioso bosque de laurisilva, un reducto vegetal de la Era Terciaria presente en muy pocos lugares del mundo y abundante en especies vegetales como el laurel, el tejo o los sauces canarios, entre otros. Sin embargo, más allá del valor ecológico, el lugar tiene un aura mágico, tenebroso podría decirse. La bruma lo invade todo, la misma que alimenta mis sueños de ver duendes y gnomos es imprescindible para la conservación del lugar. Todo luce verde, húmedo, precioso.
Paso a paso, foto a foto, me voy adentrando en un mundo diferente a aquel del que provengo. Los sonidos del bosque me llaman la atención, de manera que en poco tiempo he pasado del humo de los vehículos de la ciudad a las tinieblas de las nubes cargadas de humedad que provienen del Atlántico: benditos vientos alisios. Los llamativos colores de las vallas publicitarias las he cambiado por el verde del Bosque Encantado.
Aún recuerdo cuando de pequeña mis padres me llevaban de excursión para palpar y respirar ese característico olor a monte. En el Bosque Encantado lo hago, se abren mis pulmones y respiro vida. El sendero del Bosque Encantado bordea ligeramente el Roque de Anambro, una antigua chimenea volcánica que se erige hasta los 815 metros sobre el nivel del mar. Desde aquí puedo asomarme para ver parte de la costa del macizo de Anaga. Las vistas a lo largo del sendero prometen ser espectaculares.
Sin embargo, la felicidad alimenta el alma pero no así el cuerpo que, tras una hora y media de caminata, está pidiendo algo de alimento y una pequeña parada. He de reemprender el camino hasta mi restaurante particular. Hoy comeré con algunas de las mejores vistas de la isla de Tenerife. Toda la costa de Anaga se abre como una gran ventana ante mis ojos. Además, hoy tengo la mejor de las compañías, unos pequeños y curiosos pinzones que revolotean pidiendo algo de mi alimento.
Sendero circular del Bosque Encantado
El mirador de Cabeza de Tejo es un balcón al Atlántico en el que coincido con algunos senderistas más. Hasta el Bosque Encantado no son tantos los visitantes que llegan, lo cual hace que el lugar tenga un especial atractivo. Nos saludamos, compartimos charlas y cada uno continúa camino en una dirección diferente. Es curioso cómo al encontrarnos en plena naturaleza con otras personas siempre nos saludamos, ¿será que conectamos mejor que en las ciudades?
Si la primera parte del recorrido fue por un estrecho sendero, es a partir del mirador cuando ante mí se abre una ancha pista forestal. Las piernas apenas notan el cansancio, lo cual habla a las claras de lo fácil y accesible que es este sendero tan recomendable. De repente, me topo con la reina del lugar, la píjara. Se trata de un helecho cuyos frondes llegan a medir metro y medio de longitud, una auténtica maravilla vegetal presente en pocos lugares del mundo.
Apenas me he dado cuenta, pero una brisa hace que el bosque de laurisilva parezca moverse, aunque bien podría decirse que respira. Quién sabe, tal vez sean los duendes del Bosque Encantado quienes estén jugando conmigo.
El regreso hasta donde he estacionado el coche es coser y cantar. La jornada se me ha ido volando con esto de pasear por un bosque tan enigmático. He tardado poco más de tres horas en completarlo, ha sido sencillo y muy placentero.
A la vuelta aprovecho las buenas condiciones climatológicas para hacer la última parada en el mirador de la Cruz del Carmen. Desde aquí me despido de este rincón de la isla de Tenerife antes de volver a casa. Ha sido un día estupendo y seguro que volveré para seguir descubriendo y disfrutando de más senderos.