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El día despierta soleado en Hermigua. Un buen regalo de bienvenida para comenzar una mañana dispuesta a regalarnos paisajes y experiencias. Hermigua es un pequeño pueblo del norte de La isla de La Gomera que avanza serpenteante junto a la carretera recorriendo el barranco desde el monte hasta el mar.
Aparte de un acogedor paisaje lleno de bancales y montañas, Hermigua tiene una muy gratificante oferta hostelera y de alojamiento. Varios hoteles coquetos, apartamentos y casas rurales salpican su recorrido hacia el mar y permite pasar la noche escuchando unicamente ranas, grillos y, a lo lejos, el agua que corre por el barranco.
En la terraza de La Casa Creativa, tomamos un buen desayuno. Destacan los maravillosos “barraquitos” que hace Pedro, el alma del establecimiento. Es una bebida muy extendida en las islas, sobre todo en las occidentales, que contiene café, leche, leche condensada, licor, y luego se le añade canela y un trocito de piel de limón. Nos proporciona la energía perfecta para afrontar un día de senderismo.
Caminar por los lugares a los que viajamos es fundamental para conocerlos y llegar a amarlos. También es una muy buena formula para crear y hacer crecer vínculos con las personas que nos acompañan. Y al mismo tiempo tenemos la posibilidad de convertirlo en un viaje interior en el que reflexionamos, nos tomamos tiempo para nosotros mismos y ampliamos constantemente nuestros conocimientos.
La isla de La Gomera es un paraíso para el senderista. Tiene una de las mejores redes de rutas, bien señalizadas, en buenas condiciones y con todos los valores que hacen atractivo este recurso turístico para los visitantes de la isla: unos paisajes espectaculares capaces de contar por sí mismos la historia que los ha creado y los ha hecho evolucionar a lo largo del tiempo.
Excepcionales vistas, un paseo por El Palmar
Desde Hermigua vamos en coche por la carretera que conduce a la Playa de La Caleta. Justo arriba del todo, en el mirador de La Orilla, paramos para admirar tanto Hermigua como El Palmar y, a lo lejos, Tenerife y El Teide. Es un lugar privilegiado donde apreciar preciosas vistas y del que suelen lanzarse los atrevidos parapentistas.
Nos desviamos y avanzamos con el coche por una pista de tierra, aunque pronto lo dejamos aparcado para continuar a pie. El paisaje describe antiguos viñedos de los que hoy solo quedan pequeñas casas y bodegas desperdigadas, y todo salpicado de infinidad de palmeras que le han dado su nombre a la zona. La toponimia que rodea los caminos, tradicionales en su gran mayoría, nos van contando la historia de todas las personas que han pisado aquella tierra antes que nosotros.
El patrimonio en el camino, Taguluche
Avanzamos y al cruzar un recodo, en lo que parecía ser el final del camino, se abre ante nosotros una imagen increíble: un enorme valle abancalado que perfectamente podría ser el “Machu Pichu” gomero. Infinidad de paredones levantados uno sobre otro por los antiguos agricultores crean un paisaje insólito y maravilloso al que el propio abandono dota de un halo místico, como si fuera una puerta al pasado duro y heroico al mismo tiempo.
Después de sacar muchas fotografías para poder compartir con nuestros amigos esta experiencia, nos acercamos al lugar y encontramos todas aquellas estructuras que tradicionalmente se construían en las zonas agrícolas dedicadas a la viña: lagares, tajeas, bodegas, sifones y algunas casas, ya en ruinas.
No se si fue la impresión de lo que no se espera, las nubes que azocaban el paisaje mezclándose con las montañas o la historia de aquel ingente trabajo de construcción para adaptar las laderas al cultivo a base de terrazas, pero la experiencia nos marcó para siempre. Aunque el acceso fue complicado y en ocasiones algo peligroso, tener ocasión de admirar aquel paisaje merecía la pena el viaje.
Todavía impresionados, seguimos el camino que nos llevará al final del recorrido. Entre palmerales, tabaibales y barrancos cruzados por precarios puentes, nos dirigimos hacia el final del sendero.
Sendero de La Caleta a la Punta de San Lorenzo
Paralelo a nuestro avance, pero mas cercano al mar, divisamos el camino que conducía al muelle de San Lorenzo, y que hoy se ha recuperado para los senderistas.
El sendero va de la Playa de La Caleta a la Punta San Lorenzo, en muy buen estado y con una valla de madera, y recupera la memoria de los habitantes de Hermigua del s.XIX que tenían que recorrerlo para alcanzar las pequeñas salinas, donde recogían sal de los agujeros de las rocas, y el viejo muelle de San Lorenzo.
Del muelle queda poco, pero en su momento tuvo importancia porque era un abrigo natural para los temporales y permitía que salieran y entraran mercancías de todo tipo. Hoy en día podemos ver las ruinas de un antiguo cuarto que servía de oficina para la empresa Fyffes y los restos del antiguo embarcadero.
Final del viaje, Playa de La Caleta
Continuamos nuestro camino y desde arriba divisamos la playa de La Caleta. Es una playa de callados con una pequeña zona arenosa. Está acondicionada como para ser una atractiva visita, ya que es una de las mejores zonas de baño del norte de La Gomera. Hay mesas para tomar un picnic bajo los tarajales, unos fogones para hacer chuletadas, con baños, un pequeño chiringuito, una ermita dedicada a San Juan y los barcos de los pocos pescadores que quedan en la zona. Un lugar muy pintoresco y agradable para comer algo y darnos un baño después del intenso paseo.
Durante el siglo XVI a esta playa se le daba el nombre de "La Ensenada o Playa del Azúcar". En esta época existían varios ingenios azucareros en Hermigua y éste era el lugar donde se cargaba todo lo que se producía en el pueblo y se dedicaba a la exportación: azúcar, vinos, maderas, etc.
Hoy en día Hermigua es un pueblo pequeño pero a través de los caminos y los lugares que visitamos encontramos que tiene a sus espaldas una historia muy interesante, incluyendo ataques de piratas, tal y como relatara Viera y Clavijo:
"En 1740, habían los gomeros mostrado a los ingleses su intrepidez nativa. Un corsario de esta nación seguía cierto barco que transitaba de La Palma a Gran Canaria, cargado de variedad de dulces. Refugióse a la playa del Azúcar, de La Gomera, en el valle de Hermigua. Acuden al punto los isleños a su socorro y, aunque el barco pereció contra un roque por precipitación de los marineros, quitaron los milicianos la vida cinco ingleses y aprisionaron a dos. No contentos con esto, el capitán don Pedro Salazar y don Fernando Peraza se entraron armados de sus fusiles en la lancha de la nave perdida, a fin de perseguir la del corsario que huía con toda diligencia"
La suma de los espectaculares paisajes, el tiempo soleado, las historias contadas y la buena compañía hacen de este día una experiencia inolvidable, un día de senderismo que recordaremos.