Un claro al borde de la carretera ves el punto de partida de esta ruta, posiblemente la más conocida de la isla. El nombre del lugar alude a su antigua función forestal, ya que aquí se contaba la madera que se extraía antaño del monte, de ahí el nombre de Contadero.
Avanzamos rodeados de árboles retorcidos y musgosos, es la formación denominada brezal de crestería. A 1300 metros de altura y en la cima de una vertiente. Los vientos alisios cargados de humedad chocan con las ramas de estos brezos convirtiendo la neblina en agua que da vida al bosque. Bajo los brezos, los helechos –hay cuatro especies- viven de esta humedad atrapada por el bosque. EL tamaño de los brezos según avanzamos en el sendero y están menos expuestos al viento es mayor, hasta llegar a proporciones casi gigantescas para esta especie.
Ahora junto al brezo encontramos un nuevo árbol cada vez más abundante, el haya como es conocida en La Gomera (o faya), que no es la misma especie que las hayas continentales que son de hoja perenne entre otras diferencias. Nuestra haya la distinguimos por hojas alargadas y de bordes irregulares. Los pastores gomeros usaban la madera de este árbol para las pértigas con las que se descolgaban por los barrancos, las “astias”.
Atravesamos un espacio menos cerrado del bosque, donde penetran rayos de sol, si el alisio no nos ha traído la niebla. Observemos la diferente vergetación en el calvero del bosque, ello es debido al proceso de evolución de la vegetación. La caída de árboles viejos ocasiona estos huecos donde aparecen plantas que necesitan de la luz del sol mientras el bosque vuelve a cerrarse a la espera de otro calvero.
El llano que atraviesa la ruta fue una antigua carbonera; algún pedazo de carbón vegetal puede encontrarse aún en el suelo. Antiguamente, el bosque proporcionaba el combustible doméstico. Aquí se hacían las carboneras, donde la leña pasaba una semana de lenta combustión para convertirse en carbón. Un trabajo duro que requería atención constante y que finalizó con la llegada de los derivados del petróleo hace algo más de medio siglo.
Garajonay es parque nacional desde 1981. Antes de esa época, el aprovechamiento del monte era intenso. Fijémonos alrededor del sendero filas de piedras, son paredes para pequeñas huertas de cultivos, los bancales. En el cercano caserío de El Cedro llegaron a habitar más de 100 personas que buscaban en el monte su supervivencia.
Sólo después de haber completado más de la mitad del camino ves el primer árbol de laurel, la especie del mismo nombre de la laurisilva. En los bosques como los de Garajonay, donde las condiciones son ideales, estos árboles crecen hasta ser bastante grande. Para saber si se trata de un laurel, se buscan pequeños puntos a lo largo de la vena central de la hoja, y si hay bayas deben ser similares a las aceitunas negras.
Más de media ruta para llegar hasta el laurel, el árbol que da nombre a la laurisilva. Árbol que alcanza grandes dimensiones en bosques como el de Garajonay con las condiciones adecuadas. Para distinguirlo, busca hojas que tengan pequeñas glándulas junto al nervio central, ya tienes un laurel. Si tiene frutos, veras que parecen aceitunas negras.
Antes de ser Parque Nacional, el monte tuvo diversos usos, incluso un campamento juvenil. Este claro es producto de aquella instalación, que fue luego desmantelada y trasladada fuera de la laurisilva. Hoy nos sirve para ver como aparecen arbustos como zarzas o codesos que sirven de refugio a los futuros árboles de la laurisilva, que poco a poco volverán a enseñorearse de este claro devolviéndolo al interior del bosque.
Llegamos al fondo del valle donde la humedad es mayor y los suelos mejores, aquí están los grandes ejemplares del bosque, los gigantes de la laurisilva. Es el lugar de los viñátigos, impresionantes edificios vegetales, cuyas hojas son las más grandes de este bosque. Observa el suelo, donde veas un tapiz de hojas rojas estarás en presencia de un viñátigo, pues sus hojas adquieren esta tonalidad al secarse. Y enseguida el arroyo del Cedro que el principal de La Gomera, vertiendo sus aguas sobre el valle de Hermigua, donde antaño funcionaron media docena de molinos y regando los cultivos, función que sigue cumpliendo en la actualidad. Además su agua da vida al bosque, como vemos con los colosos vegetales que lo flanquean.
El nombre de este lugar viene del mimbre que usan los cesteros para su labor. En este punto del arroyo del Cedro, estos artesanos ponían a remojar el mimbre para que adquiriese flexibilidad para realizar sus labores. Antiguamente, estos cestos eran imprescindibles para el transporte de mercaderías y cosechas.
Esta ermita tiene una historia curiosa. Data de 1935, fundada por una institutriz inglesa que trabajo para una acaudalada familia, su fiesta el último domingo de agosto fue durante muchos años la más importante de la isla. Desde 1984, la romería ha dejado paso a una procesión y un almuerzo, donde aún se interpreta el baile del tambor, el principal del folclore gomero.
El caserío del Cedro es un recuerdo de las antiguas poblaciones que vivían de los recursos del monte. Las construcciones de tejado a dos aguas están ubicadas a ambos lados del pequeño valle que desemboca en el salto de agua. Está ya fuera del Parque Nacional y mantiene la aún la tradicional morfología de bancales para hacer huertos en las laderas.
Ves la cabecera del barranco de Hermigua con el chorro que cae desde el Cedro. Este salto de agua permanente es el mayor de Canarias con estas características. Son 135 metros, en el barranco, aunque ya no está en funcionamiento hubo una central hidroeléctrica que dio electricidad al pueblo de Hermigua en la presa de Los Tiles.
- Nunca dejes residuos de ningún tipo en el entorno, incluidas las colillas. Los restos de comida contribuyen a la proliferación de roedores y gatos asilvestrados que suponen una grave amenaza para la fauna.
- Respeta a los animales, no los molestes ni los alimentes. Si ves algún ejemplar herido, puedes avisar en el teléfono de emergencias 112. Tampoco arranques flores o plantas.
- No recojas ni te lleves piedras o cualquier otro elemento del medio natural. Tampoco lo modifiques amontonándolas para realizar las tristemente famosas “torres”.
- Respeta la señalización de los senderos. Salirse de los caminos habilitados provoca daños en el entorno y además puede ser peligroso para ti y para quienes te acompañan.
- Es más seguro llevar a tu mascota con correa.
- Procura no alterar la tranquilidad del entorno con ruidos excesivos (música alta, gritos...).