Isabel II y las Islas Canarias

“Canarias recibió en el puerto de Las Palmas de Gran Canaria el palacio flotante de la reina Isabel II, el buque Britannia, en numerosas ocasiones como el único puerto de atraque fuera de los territorios del Imperio Británico y, además, era uno de sus preferidos”, asegura el cronista de Telde, Antonio Morales Padrón.

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“Aunque la reina no se bajaba, sí recibía a su médico oficial en la isla, míster Pávila”, agrega, “inglés autorizado por ella misma y casado con una canaria. Fue distinguido, de hecho, con el título de Médico de su Graciosa Majestad. Además, afirma, “cuando el Britannia arribaba al muelle, el Club Británico celebraba una gran fiesta con toda la comunidad británica en la isla, que brindaba y hacía una reverencia ante el retrato de la reina, que presidía el salón principal como si ella misma estuviera allí”.

Canarias era y sigue siendo el balneario de Europa y un punto estratégico para el comercio británico con el mundo.

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La reina Isabel II tenía una estrecha relación con las islas como continuación de la tradicional presencia comercial británica en Canarias desde el siglo XVI. De hecho, el escritor y periodista Fernando Delgado Arbelo, ha localizado en los archivos de la cooperativa agrícola del norte de Tenerife una instantánea de Isabel II en 1954.

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La fotografía muestra a una monarca “curiosa” ante los plátanos canarios exhibidos en la exposición de la Federación Agrícola del Norte de Tenerife (FAST) en la Feria de Alimentación del Olimpia Hall de Londres.

“Lo que la mayoría de las personas no saben”, apunta el cronista de Telde, “es que los plátanos, al igual que el tomate, la cochinilla y el azúcar, entre otros productos, fueron introducidos en Gran Canaria por Gran Bretaña, que considera, aún en la actualidad, a las islas como uno de sus más importantes puertos de comercio con sus territorios de fuera de las islas británicas, dada su situación geográfica única en la encrucijada de tres continentes”. “La presencia inglesa fue esencial para Gran Canaria”, subraya Antonio Morales Padrón, “cuya historia hubiera otra sin productos como el plátano o el tomate”.

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La huella británica es tal en Canarias que es normal que la reina Isabel II atracara en ellas con su buque real el Britania, pues actualmente en la comunidad residen cerca de 30.000 británicos, 14.557 en la provincia de Santa Cruz de Tenerife y 14.166 en Las Palmas. Han fundado no solo hospitales ingleses sino también clubes británicos, cementerios ingleses e iglesias anglicanas. La estancia de los británicos en Gran Canaria ha sido tan destacada que el Cementerio Inglés de la Vega de San José ha sido reconocido por el Gobierno de las Islas Canarias como Bien de Interés Cultural.

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La llegada de británicos para comerciar con Canarias y desde Canarias atrajo a Las Palmas de Gran Canaria a familias de comerciantes como Elder y Miller e impulsó la construcción a la manera inglesa del barrio de Ciudad Jardín, que a principios del siglo XX se denominaba British Town. La familia Winston, que vivía en la zona de Triana, también era muy conocida cuando el puerto estaba situado en el Muelle de San Telmo. Míster Leacock y su familia llegaron hasta Guía y Gáldar con negocios de vino y atraídos por las posibilidades que ofrecía el plátano a finales del siglo XIX. Finalmente se convirtieron en grandes terratenientes de estos municipios.

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El vino ha sido otro vínculo de unión entre Gran Bretaña y Canarias, sobre todo con Tenerife. Tanto es así que la British Navy era asidua de las Islas y lo albergaron en sus bodegas el conde Sándwich, John Jervis y Horacio Nelson, entre muchísimos otros. El capitán Cook lo bebió durante su conquista del Pacífico y, según el investigador Carlos Cólogan, cuyo linaje procede directamente de los comerciantes que arribaron al Archipiélago en el siglo XVII y XVIII, fue transportado a la Bounty antes del famoso motín en alta mar. El vino de Tenerife fue también bebida principal de la Fleet británica al ir a tomar posesión de Australia.

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“De hecho, en Londres”, desvela Antonio Morales Padrón, “se encuentra la réplica canaria, ya que muchas familias canarias contaban con acciones en el Canary Port, importante centro de negocios a donde llegaban los productos canarios desde el Puerto de la Luz de Las Palmas y el Puerto de Santa Cruz de Tenerife”. Este puerto está situado en la Isla de los Perros, en el barrio londinense de Tower Hamlets, en la zona de los Docklands.

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Los ecos de que Canarias era un gran puerto comercial y un gran centro de salud son quizás también el motivo por el que la reina Isabel II arribara en Gran Canaria con su buque-palacio Britannia, pues las islas ya eran consideradas desde el siglo XIX, en plena revolución industrial, “como un lugar para restablecer cuerpo y mente en una época en la que el carbón hacía estragos en los pulmones de los londinenses”. El sol, las bondades de la temperatura en el archipiélago y los numerosos balnearios abiertos para los británicos habrían llegado a oídos de la reina, que recibía al médico míster Pávila en su camarote real, “puesto que éste era el último puerto autorizado antes de América y antes de Asia, donde se podía hablar con ingleses en inglés y tomar el té”, destaca González Padrón. ¿Cómo no saberlo si en la playa de Las Canteras pasaban largas temporadas escritoras como Agatha Christie, políticos como Winston Churchill o iconos como Aristóteles Onassis o Paul Newman? Y, además, el antiguo Hotel Metropol, hoy sede del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, era famoso por sus fiestas inglesas.

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