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Aunque los grandes resorts, los complejos turísticos y las grandes playas ocupan el primer plano en la panorámica del sur de Gran Canaria, existen calas escondidas y casi desconocidas para el turismo de masas a tan solo unos minutos de los grandes núcleos urbanos. Un paseo perdiéndose entre las grietas vírgenes que quedan en su costa deja paisajes incomparables y atardeceres para el recuerdo.
Especialmente cuando se encara la vertiente suroeste de la isla, abandonado la autopista GC-1 y recorriendo la antigua carretera que bordea la costa desde Maspalomas empiezan a aparecer rincones ocultos, calas visitadas solo por algunos locales o que en días laborables aparecen casi vacías, que permiten disfrutar de una experiencia de playa totalmente diferente sin alejarse del buen clima que se instala durante casi todo el año en esta zona.
Serpenteando por la costa que une Meloneras con Arguineguín, antes de llegar al pueblo, aparecen las primeras opciones, algunas de ellas ideales para los que quieren practicar el nudismo, como es el caso de la Playa de Las Mujeres, muy cercana a la turística Meloneras pero escondida entre las montañas de arena de esta árida región que se extiende entre las rocas del extremo suroeste de Gran Canaria.
Montaña de la arena
Precisamente esas montañas son las que dan nombre a una de las joyas escondidas de esta zona de la isla. Muy cerca de los grandes hoteles que caracterizan el extremo más al sur de la isla, pero totalmente oculta tras dos salientes de roca y una gran ensenada de arena, aparece una playa color dorado a la que, si se siguen bien las pistas, es relativamente fácil llegar en poco más de 10 minutos de sendero. Con la marea vacía se convierte en un gran arenal lleno de los reflejos que deja el mar al recogerse sobre su superficie casi plana.
Si se busca un lugar para ver el atardecer, es uno de los puntos ideales al sur de la isla. A pesar de la vista frontal de la antigua cementera de Arguineguín, los reflejos que dibuja el ocaso y el color que adopta la gran montaña de arena que la resguarda hacen que sea un punto perfecto para finalizar el día.
El medio almud
Uno de los secretos que se esconden entre Puerto Rico y Mogán, en una costa que aparentemente solo consta de acantilados rocosos pero que guarda calas de ensueño entre sus recovecos. El medio almud es un una de pequeñas calas de esta zona que más sencillo tiene el acceso, ya que una antigua carretera (cortada al tráfico, eso sí) lleva hasta el principio de la arena. Una mezcla entre rocas y un grueso y oscuro arenal forman una pequeña bahía. Cuando el mar está tranquilo, que es casi siempre en estas latitudes de la isla, se convierte en una marca en el mapa de todo amante del snorkel y de disfrutar de las aguas cristalinas y llenas de vida que rodean Canarias.
Tiritaña
Sin duda la más escondida y salvaje de toda la lista. Llegar a ella es casi un misterio, solo apto para los aventureros que estén dispuestos a encontrar los huecos que permiten acceder a ella a través del barranco del mismo nombre. Pero el esfuerzo merece la pena. Una ensenada de arena negra escoltada por las sinuosas figuras de roca y una bahía cristalina con un fondo que intercala las piedras con la arena dejando colores únicos que en los días soleados intercalan azules y esmeraldas.
Esta playa, desconocida incluso por muchos locales, prácticamente desaparece con la marea llena, sin embargo, cuando llega la bajamar, aparece una preciosa cala virgen que junta toda la belleza de la escarpada costa oeste de Gran Canaria. En algunas épocas del año, cuando el sol se esconde frente a sus rocas, deja también un atardecer que quedará en el recuerdo de todo explorador que encuentre el camino hasta su arena. El consejo en este punto es no demorar mucho el camino de vuelta o llevar una linterna, ya que se puede hacer complicado encontrar el sendero de regreso sin luz.
Son solo algunas de las muchas opciones diferentes con las que cuenta una isla que guarda mucho más océano que el que bañan las archiconocidas Maspalomas o Playa del Inglés. Una costa llena de tesoros ocultos entre sus barrancos que esperan a ser explorados y que cuentan además con la ventaja del clima, siendo la vertiente suroeste uno de los lugares con mejor temperatura y con escasísimos días de lluvia a lo largo del año.
Alejadas de las comodidades y los accesos de las grandes playas, pero que permiten sentir de una forma totalmente distinta los encantos naturales que esta isla esconde en cada uno de sus rincones. Entre matorrales y riscos, con atardeceres que, si se escoge bien el día, se ofrecen como un auténtico espectáculo privado para las pocas (quizás ninguna) personas que se mantienen hasta el ocaso en sus arenas. Una muestra más de que Gran Canaria es una isla con mucho por descubrir.