ÚLTIMA HORA: Coronavirus (COVID-19) aquí
Fuerteventura, la más alargada y extensa de Canarias, guarda joyas en muchos rincones. Una de las más bellas está escondida en el Parque Natural de Jandía, en la salvaje y desértica punta sur de la isla. Cofete es, sin duda, uno de los rincones más espectaculares de Canarias, y no es lo único que se esconde en estas latitudes.
Para llegar aquí toca, casi por obligación, coger el coche y adentrarse en un largo viaje por carretera, especialmente si se hace desde la capital o desde el norte. Una carretera que se diluye en caminos de tierra una vez se abandona Morro Jable, último núcleo turístico antes de entrar en una tierra casi extraterrestre. Un mundo de roca marrón, viento y arena, salpicado de magia y aulagas.
El camino discurre entre el polvo levantado por las ruedas a lo largo de una ruta pedregosa pero bastante bien habilitada. Si se lamenta no tener un todo-terreno para hacer este camino será solo por no poder adentrarse en alguno de esos caminos aún más pequeños y perdidos que parecen llevar a calas secretas, casi sin nombre. Un viaje que tiene siempre en el horizonte la vista del Faro de Jandía, punto más meridional de Fuerteventura. Pero que tendrá que esperar para llegar a él.
Primero toca aventurarse en la montaña, escalar la cima y las curvas para llegar a un mirador donde siempre azota sin piedad el viento, donde no se puede evitar bajar del coche a contemplar uno de los rincones más vírgenes de Canarias. Las pocas casas de piedra apenas empañan la espectacular vista de Cofete. Doce kilómetros de playa virgen, interminable, custodiada fielmente por una cordillera que parece separar el mundo real de este rincón perdido.
La misteriosa casa de los Winter
Al pie de las montañas destaca, como si de una película de época se tratara, un punto blanco. La misteriosa casa de los Winter. Una solitaria mansión entre la extraordinaria y salvaje orografía, que ha servido de inspiración para novelas. Y es que, construida por el ingeniero alemán Gustav Winter, se llegó a decir de ella que el propio Hitler y otros altos cargos nazis pasaron días allí, o que aviones alemanes aterrizaban junto a la playa en una época en la que una valla separaba la zona de Cofete con el resto de la isla. Sean verdaderas o no las leyendas, lo cierto es que la casa, medio fortificada y con su propio cementerio, tiene todas las características necesarias para una película de suspense.
Tanto los amantes de estas historias como los que no encontrarán que, más allá de la curiosa edificación, el gran atractivo de la zona espera junto al ruidoso tronar de las olas de un mar casi siempre embravecido. Pasear por la arena de la playa y perderse en sus kilómetros, entre esa neblina que parece siempre dar mayor ambiente de irrealidad.
Paseando por la playa de Cofete
El tiempo en la orilla se pasará rápido casi con certeza, absorbido por una postal de la que no querremos escapar, pero antes de que el sol se pierda en el horizonte merece volver a cruzar esa barrera natural de montañas para disfrutar del último regalo que da el Parque Natural de Jandía. El atardecer junto al faro.
La torre blanca que parece poner punto y final a la isla también tiene una imagen un tanto mística. Majestuoso y rodeado de planicie casi desértica, el faro de la Punta de Jandía se rodea de unas pocas casas (el diminuto pueblo de El Caletón) contra las que, en pleamar, prácticamente rompen las olas. También, si aún queda día para un último baño, la opción de Playa Piragua está justo al lado, con el mismo color verde esmeralda en sus aguas. Ese que tanto fascina en casi toda la costa de la isla.
A los pies de este antiguo punto de referencia, que marcaba a los navegantes la estrecha y alargada punta de Fuerteventura, se puede contemplar uno de los mejores atardeceres de la isla. El sol se pone entre los naranjas y rojizos que casi siempre regalan los ocasos en Canarias. A los pies del faro, ya sea en una de las mesas que se distribuyen junto a él o sentado en una roca, se escribe el punto y final perfecto a un día que suele recordarse como uno de los más especiales para los visitantes de la isla. El viaje a Cofete termina. Toca reemprender la carretera rumbo norte, volver a conducir las carreteras de este pequeño desierto y recordar una y mil veces un viaje a un planeta perdido.