Santa Cruz de La Palma: una capital histórica

Guía para recorrer los cinco siglos de Historia del epicentro de la Isla Bonita

La capital palmera posee una historia de leyenda, digna de una novela. En sus calles adoquinadas, sus casonas señoriales o sus iglesias, el visitante puede seguir el rastro de piratas, corsarios y familias procedentes de Flandes o Irlanda, quienes, durante 500 años, convirtieron a esta ciudad en uno de los centros comerciales más importantes del Imperio español. Un pasado que sigue presente en sus monumentos y edificios, y que convierten cualquier paseo por la calle Real, la arteria principal de la ciudad, en un auténtico viaje por la historia.

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Castillo de Santa Catalina
Castillo de Santa Catalina
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"Muy noble y muy leal ciudad de Santa Cruz de La Palma". Este cartel, situado en la calle Real, recuerda al visitante la importancia que la capital palmera tenía en el siglo XVI.

Por aquel entonces Santa Cruz de La Palma era una ciudad vibrante, próspera y multicultural, lo que durante un tiempo la convirtió en objetivo de los temidos piratas. Uno de los ataques más conocidos se produjo el 21 de julio de 1553, cuando el corsario François Le Clerc, conocido como Pata de Palo, asedió y saqueó la ciudad junto a su flota durante más de diez días.

Desde hace unos años este acontecimiento es recreado durante el llamado Día del Corsario, cuya celebración suele ser en agosto. Durante esta jornada jóvenes de la isla realizan actuaciones teatralizadas del asalto, mientras que al llegar la noche se ofrecen actuaciones musicales.

Para ver los vestigios del combate, tras el cual se reforzaron las murallas de la ciudad, se puede visitar el Castillo de Santa Catalina, declarado Monumento Histórico Artístico en la década de los 50, y situado en la Avenida Marítima. Por último, la representación de la nave Santa María, que se erige imponente en la salida hacia el norte de la ciudad, es la prueba de la relación intensa que hubo entre la Isla Bonita y América.

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Pero no solo los piratas se vieron atraídos por la riqueza de esta ciudad, que fue fundada por Alonso Fernández en 1493. La riqueza de su puerto comercial no tardó en atraer a negociantes de diferentes partes del mundo, quienes también dejaron su huella en la capital. Muchos de estos comerciantes construyeron algunos de los edificios más icónicos de la ciudad como el Palacio Salazar, erigido en el siglo XVII y uno de los más bellos ejemplos de la arquitectura noble.

La isla logró seducir a numerosas familias de Flandes, quienes se aliaron mediante matrimonios con las familias más poderosas de Santa Cruz de La Palma. Para seguir este rastro flamenco el visitante puede acercarse a la iglesia de El Salvador, que alberga en su interior importantes tallas flamencas, o adentrarse en la iglesia de Santo Domingo, donde se preserva una importante colección de pintura flamenca de Canarias. También la talla en madera de ‘Santa Ana, la Virgen y el Niño’, ubicada en la iglesia de San Francisco, es un buen ejemplo del poder flamenco en la isla gracias al cultivo y comercialización de azúcar.

También la sangre irlandesa corre por las venas de muchos habitantes de Santa Cruz de La Palma. A Dionisio O’Daly, el comerciante irlandés que impulsó las primeras elecciones democráticas en España por sufragio censitario en 1773, lo podemos encontrar en la calle que lleva su apellido, pero también en el atrio y la escalera principal con artesonado del Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma.

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La Plaza de España, considerada por los críticos como el mejor conjunto renacentista de Canarias al albergar una plaza, una fuente y el ayuntamiento enfrente.

La Plaza de la Alameda, la Placeta del Borrero son otros dos ejemplos de rincones-plazas con encanto en la capital palmera, sin menospreciar la plaza de San Francisco con la bonita iglesia del mismo nombre y el museo en una esquina.

Santa Cruz de La Palma es en sí misma un monumento con palacios, murallas, calles empedradas y arte moderno en todas sus ermitas e iglesias que harán las delicias de los amantes de la Historia. No en vano, ha sido declarada, en su totalidad, Bien de Interés Cultural, categoría monumento histórico-artístico. Pasear por ella es un viaje en el tiempo divertido para todas las edades.