¿Solo amarillo, verde y azul? Gran Canaria posee tantos colores que cuando se piensa que ya se han visto todos, sorprende una vez más porque aparecen nuevas tonalidades que atraen a multitud de visitantes y se convierte en viral en las redes sociales, cautivando a cientos de miles de usuarios.
Esto ha sucedido con un campo de girasoles muy peculiar cultivado en el municipio de Agaete, concretamente en el barranco de Guayedra, un espacio integrado en el Parque Natural de Tamadaba que, a su vez, forma parte del Paisaje Cultural de Risco Caído y los Espacios Sagrados de Montaña de Gran Canaria, declarado Patrimonio de la Humanidad.
Para Fernando Navarro Martínez, director gerente de la finca Redondo de Guayedra, esta singular peregrinación de miles de visitantes hasta este lugar se produce «porque las personas necesitan belleza, por eso vienen, y por eso todos nosotros estamos aquí». Y es que, por si fuera poco, la belleza que irradia este campo de girasoles no se entiende sin el entorno que lo rodea, un paisaje natural extraordinario, apenas modificado por la actividad humana. Ubicado entre el cielo y el mar, este lugar se encuentra envuelto por el Risco de Faneque, uno de los acantilados más altos del planeta, con algo más de 1.000 metros de caída vertical sobre el mar, y el Macizo de Tamadaba, en cuya cima habita un bosque primigenio de pino canario, de los mejores conservados de las Islas Canarias. Desde ese lugar se contempla lo que los isleños denominan la «cola del dragón», el paisaje de un sector de la costa oeste de la isla, entre Agaete y La Aldea de San Nicolás, caracterizado por una sucesión de abruptos acantilados de gran espectacularidad con una silueta que recuerda a la cola de este ser mitológico.
«Los girasoles son una flor de primavera, algo que aquí puede ser en cualquier época del año, porque en Canarias vivimos eternamente en esta estación», apunta orgulloso Navarro Martínez. El fenómeno ha atraído no solo a los amantes de la naturaleza, sino a ese otro turismo que viaja a lugares «para hacer la foto y compartirla y son muchos, muchísimos», subraya. De hecho, los fines de semana llegan a la finca miles de personas al día «que esperan, incluso, su turno si hay algún rodaje de photo shooting, porque —explica el director, testigo de este peregrinar en busca de la belleza— en los planos generales no se puede ver a nadie».
Pero no solo se trata de las sesiones fotográficas de revistas internacionales como Elle o Vogue, sino también de National Geographic y, por supuesto, de youtubers, influercers de Instagram y toda clase de turistas. Además, también se acercan familias canarias, incluso los días entre semana, «para que mis hijas vean por primera vez los girasoles», declara Raúl Chirino, padre emocionado con su bebé en brazos mientras su esposa Rachad Tahtah y los abuelos, Antonio Chirino y Angelina Quintana, llevan a su otra hija de la mano. Todos posan para la foto mientras la pequeña abre mucho los ojos y señala con el dedo el manto amarillo que se adivina desde la carretera. «Hay más girasoles en Gran Canaria —aclara Fernando Navarro—, pero están más escondidos». Por eso, la voz se corre, y la frase «tenía que venir» es la respuesta de unos y otras con una gran sonrisa para la instantánea.
Las responsables del romance de los girasoles con el barranco de Guayedra, y de que este se haya hecho viral, son nada más y nada menos que las abejas, para las que se ha plantado esta flor como parte de un proyecto de ecoturismo iniciado hace ocho años. El gerente las mira más a ellas que a las flores y pregunta a los empleados si siguen yendo a polinizar este campo para tomar medidas y protegerlas mientras reconoce: «¿Quién se esperaba esto? Nosotros desde luego no, pero está siendo un importante reclamo para dar a conocer la belleza de la zona, que es mucho más que girasoles».
El proyecto de la finca Redondo de Guayedra, que incluye el yacimiento de Guayedra de Arriba, además de otros yacimientos situados a un kilómetro de la zona de cultivo, y antiguas viviendas en cuevas donde es posible alojarse, comenzó hace veinte años. Con él se ha logrado crear el hábitat para atraer a la abeja canaria, pero también a más de una veintena de aves y flores endémicas de Gran Canaria y, en palabras del gerente, «árboles abuelos, de más de 300 años». Además, en la propiedad también hay animales y árboles frutales, sobre todo tropicales. «Creemos que es un modelo exportable a otros campos de la isla, que pueden sumarse al turismo sostenible con acciones de recuperación de la flora y fauna del territorio o reforestación», asegura Fernando Navarro para quien, además, este fenómeno de los girasoles «ha alegrado mucho a los empleados, que están viendo el valor de su trabajo». De hecho, Redondo de Guayedra realiza estas labores de reforestación desde 2012 a través del Convenio de Gestión Forestal firmado con el Cabildo de Gran Canaria, que también ha otorgado a la finca el Premio Observatorio del Paisaje de la corporación insular.
Es la belleza del paisaje lo que atrae las visitas de día, pero también por la noche, y ellos han visto de todo. «Torsos desnudos, embarazadas y parejas besándose entre girasoles que se abren camino entre las flores para buscar la foto más natural posible», declara Navarro Martínez mientras recorre las veredas abiertas en este campo de girasoles de unos 3500 metros cuadrados. «Por la mañana miran al barranco, por donde sale el sol, y por la tarde hacia el mar, que es donde se pone», apunta sobre este rincón privilegiado de la isla, también para disfrutar del solsticio de verano y el de invierno. La foto con los girasoles es de las que se hace sola, porque posee esa belleza que desborda el marco «y nos conecta con la naturaleza, que une a todas las personas y da vida», apostilla.