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El Golfo, Los Hervideros y las Salinas de Janubio. Un tridente conciliador - al suroeste de Lanzarote - donde los haya. Sirve de frontera entre dos fuerzas de la naturaleza como lo son fuego y mar. Hubo un momento en la historia de batallas entre estas dos. La lava y el fuego se abrieron paso sin piedad hasta encontrar un frío muro atlántico que marcó su territorio frenando su avance. Una pelea de gigantes donde ambos debieron abandonar su orgullo natural. Las cicatrices son su mayor legado. Hoy han dejado un mapa paisajístico como pocos en el mundo.
Esta ruta transcurre a escasos metros de la batida del mar. A un lado, un manto teñido de azul atlántico. Al otro, un paraje virgen y árido de color ocre. Estos mundos tan contrapuestos se han acostumbrado a convivir en Lanzarote. Un lugar donde la lava y la sal forman parte de la identidad de la isla y de la vida.
EL GOLFO
Es una buena manera de empezar la ruta. Viniendo desde el Parque Nacional de Timanfaya, y cruzando Yaiza, cogemos el desvío LZ-704 que nos llevará directamente a esta zona. Este coqueto pueblo, de casas blancas y magníficos restaurantes de pescado fresco, alberga su particular tesoro. Bien lo conoce Almodóvar, quien eligió esta localización para una secuencia de “Los abrazos rotos”.
La Laguna de los Ciclos, un lago de color verde esmeralda, se ubica en una playa de apenas 300 metros de largo. Este anfiteatro natural en primera línea del litoral es, en realidad, un cráter volcánico. El lago verde – como se le conoce – fue declarado Reserva Natural, por lo que el baño está prohibido. Hay que decir que el origen del color del agua en esta laguna se debe al fitoplancton que habita bajo la superficie. No cabe duda que la mezcla de colores en este lugar lo hace único. Que el ocre, negro, azul y verde compartan entorno no es casualidad. La naturaleza fue tan hostil en su origen como maravillosa en su presente.
LOS HERVIDEROS
Saliendo de El Golfo y a unos pocos minutos siguiendo la estrecha carretera junto al mar, encontramos uno de los mejores ejemplos de la batalla que se produjo en tiempos pasados.
El rápido enfriamiento de la lava en contacto con el mar provocó formaciones irregulares en la costa. Esta imperfección natural ha originado un espectáculo sonoro y visual digno de ver. Se conoce que el mar de esta zona del suroeste de la isla es de los más bravos. Cuando bate con fuerza, golpea con tanta violencia en el interior de las cuevas, que si estás relativamente cerca, el agua evaporada que emerge te empapa. Aunque hay unos balcones naturales a los que acceder, es conveniente guardar precaución en este lugar, sobre todo, cuando hay viento.
LAS SALINAS DE JANUBIO
Como punto previo a Papagayo, y casi saliendo de los hervideros, nos topamos con Las Salinas de Janubio. Desde luego, que viniendo de El Golfo y los Hervideros, parece que hemos recorrido bastante más tiempo en coche para llegar a este lugar del que en realidad hemos hecho. Este rincón multicolor guarda un proceso artesanal de sal marina usando como ingredientes principales el agua del Atlántico y el sol. Es, sin duda, una estampa paisajística idílica para los amantes de la fotografía.
Si quieres disfrutar de esta zona para exprimir al máximo tu cámara, la luz del atardecer es la mejor. Además, estando en el oeste, nos aseguramos tener el sol de nuestro lado. La gama cromática de colores salinos va cambiando a medida que el sol se va poniendo.
PAPAGAYO
Es el mejor colofón para acabar la ruta. Esta zona de la costa sur de Lanzarote es puro delicatesen. La entrada a este paraje, por una carretera sin asfaltar de varios kilómetros, hace pensar que todo lo que estamos haciendo tiene que merecer la pena. En efecto, es así. Hay regalos que siempre gustan. Se amoldan a casi cualquier gusto porque suelen ser tan simples como útiles. Pues bien, pasa exactamente lo mismo con las playas de Papagayo. Un kilómetro y medio de arena blanca repartida por varias playas lo confirman.
Al estar alejado de cualquier indicio de civilización, la tranquilidad está asegurada. Despejado y sin viento, es una zona de la isla en la que siempre acompaña el buen tiempo. Es una verdadera delicia. Y no sé por qué, pero en este lugar me he dado los mejores baños en el mar que recuerdo. Su agua cristalina y fresca te quitan de golpe todos los males que traes de todo el año. Sales rejuvenecido y con la única preocupación de hacer la croqueta –al que le guste, claro está- y coger sol.
Como comenté antes, El Golfo es un sitio perfecto si queremos comer pescadito fresco. Si no, El Chiringuito Papagayo es una perfecta elección para darnos un buen homenaje a base de arroces (negro o caldoso) o pescados frescos. Es un lugar que siempre recomiendo. Está rico y tiene unas vistas espectaculares. De hecho, normalmente suelo venir a mediodía. Reservo hora y bajo a la playa a darme un baño. Subo a comer con calma y vuelvo a bajar para echarme una siesta. Con la puesta de sol, es magnífico para tomarte algún cóctel con la música Chill Out de fondo. Un must que nunca falla.
Esta ruta es bastante cómoda. Hecha para las vacaciones. De hecho, se podría empezar –si quieren- en el Parque Nacional de Timanfaya y de ahí, partir hacia El Golfo que está entre los diez y quince minutos. Ver escenarios tan distintos, con el origen volcánico como protagonista en la conformación de todo el territorio, convivir e integrarse con el Atlántico, hacen de Lanzarote una isla única.