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Normalmente cuando viajamos, intuimos o sabemos qué nos podemos encontrar. A veces, afortunadamente, supera las expectativas; otras, por desgracia, no tanto. Pero por encima de todo, cuando hacemos la maleta para emprender una nueva aventura, tenemos la ilusión de que ese lugar agite nuestras emociones. Deseamos volver con esa mochila llena de experiencias, que son las que marcarán nuestro carácter, y si ese destino ha conseguido eso, formará parte de nuestra vida tanto como el primer beso que recibiste, o cuando tuviste en tus manos tu primera mascota.
No cabe duda de que el Roque Nublo es de esos sitios que te descolocan. Es un marco natural fuera de lo común. No sabes si es pasado o futuro. El presente lo intuyes porque formas parte de él.
Roque Nublo
Declarado Monumento Natural y ubicado en el Parque Rural del Nublo, se encuentra situado en el municipio de Tejeda, en la parte central de la isla. Parece que la naturaleza eligió perfectamente el lugar para que adoptara el rol de guardián.
A más de 1.800 metros sobre el nivel del mar se asienta este gigante. Sus más de ochenta metros de altura de pura sangre volcánica lo convierte en uno de los lugares más singulares del mundo.
Acceso a la base
Dejamos el coche en el aparcamiento de la Degollada de La Goleta, que es justo donde empieza el sendero. Aunque veamos el Roque a lo lejos, es una impresión óptica. En este inicio del camino, la vegetación no es tan tupida, por lo que podemos aprovechar para sacar fotos de algo que, por su forma, ya nos ha conquistado.
Dependiendo de cómo te lo tomes, llegar a la base del Roque Nublo te puede llevar de 20 a 35 minutos. Es accesible a todo el mundo, pero hay que recordar que caminamos en subida y eso siempre supone un esfuerzo adicional. De todas maneras, por muchas ganas que tengamos de ver este impresionante fenómeno natural, no hace falta correr. Tranquilos, que él está muy bien donde está y no se va a ir a ningún lado.
A mitad de camino, entramos en una zona tupida de pinares que la refresca. En los días en los que el sol aprieta más, el papel de este toldo natural se agradece porque hace el ascenso mucho más llevadero. Hay que señalar también que, en este tramo y debido a la altitud a la que estamos, los cambios en la climatología son algo más comunes. Podemos perfectamente caminar entre pinos y un mar de nubes. La experiencia que vivimos, en cuanto a vegetación y temperatura en una ruta de apenas 30 minutos, nos hace ver a las claras lo que este continente en miniatura esconde en cada una de sus rutas.
Dejando atrás la zona de pinares, afrontamos el último y más abrupto tramo para coronar ese puerto que nos lleva a disfrutar de ese gran espacio abierto donde se ubica el Roque Nublo. Un inmenso campo de tierra amarilla volcánica inunda este lugar. Nada tiene que ver con lo que hemos vivido hace un momento. Parece que hemos llegado del pasado y hemos caído en un paraíso lunar más propio de una película de Hollywood con todo el escenario preparado para una super producción. Pero, afortunadamente, este monolito no tiene nada de artificial. Es curioso que hable de una cosa que tiene un aspecto de futuro, cuando ha sido el pasado quien ha sido el responsable de crear algo tan perfecto.
Un mirador natural
Al llegar a la cima te das cuenta de la inmensa suerte que tiene el Roque Nublo de levantarse y acostarse con esas vistas. La categoría de mirador natural se le ha concedido por justicia. Pocos lugares en los que he estado he podido ver amaneceres o atardeceres tan espectaculares como los que aquí suceden. Aunque si me dejan darles un consejo, apuesten por el atardecer. Es caballo ganador.
Este monumento natural apunta directamente a su isla vecina. El sol se esconde detrás de Tenerife y podemos ver cómo la silueta del Teide se despide de su hermano volcánico hasta que vuelva a salir el sol.
Hay lugares que, no sé cómo, te transportan a tiempos indefinidos, y estoy seguro de que este es uno de ellos. Desde que lo conocí, siempre que puedo subo a verlo, y a disfrutarlo.