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No hay máquinas expendedoras. Tampoco coches que te pitan al oído y menos aún enchufes donde poder recargar el móvil. Ni siquiera ese chiringuito de playa donde poder tomarte una cerveza fría con vistas al mar. Hay lugares en el mundo que tienen su propio carácter, que van a contracorriente y los hace únicos. Aquí te das cuenta de que no quieres nada de lo que consumes en tu día a día. No pretende ser cool, sólo quiere que la conozcas tal y como es.
Playa del Viejo Rey, una de las mejores de la isla
Ubicada en la costa suroeste de Fuerteventura, a la altura de Costa Calma, nos encontramos una de las mejores playas de la isla. Grandes Playas, Cotillo, Ajuy, Jandía, Corralejo, Costa Calma, islote de Lobos, Sotavento, Caleta de Fuste, Cofete y Esquinzo. Familiares, salvajes, para deportistas, para mascotas o para los más solitarios. Las hay que están al este, con amaneceres que purifican cuerpo y mente; y las del oeste, con atardeceres imborrables. Es un catálogo lo suficientemente amplio como para que los días de tus vacaciones no den para disfrutar de todas. Lo normal es que siempre te dejes varias por el camino. Y seamos sinceros, tampoco creo que sea un esfuerzo sobrehumano tener que volver a Fuerteventura para descubrir nuevas playas. A buen seguro que más de un amigo se apunta a la aventura.
Casi un kilómetro de arena fina dorada y negra cubre esta salvaje playa. Un lugar hecho para todos. Lo suficientemente ancha para que se respete ese espacio personal tan demandado cuando todos quieren disfrutar de un día de playa. En el primer tramo, cercano a las escaleras de entrada, es la zona más familiar. Gracias al saliente de roca natural, esta parte es bastante tranquila, ideal para que los más pequeños se puedan bañar sin ningún problema. La central es la elegida para las escuelas de surf. Muchos son los viajeros que, impacientemente, quieren descubrir la sensación de surfear. Las horas que permanecen en el agua no mienten, una prueba clara de que no lo están pasando nada mal.
El último tramo de la playa suele ser el más solitario. Es cierto que hay que caminar un poquito para llegar hasta ahí pero, créanme, nada comparable a cuando lo hacemos en nuestra ciudad. Nuestros pasos llevarán ese ritmo parsimonioso hecho al momento. El sol será el único encargado de darnos la hora.
Espacio de libertad
Es usual que se confunda la playa de La Pared con la del Viejo Rey. La primera queda a la derecha (mirando al mar) y la segunda a la izquierda. En La Pared no se suele ver gente, es quizás la más salvaje de las dos y en ella se mezclan la arena negra con algunas piedras. Yo recomiendo ir a la segunda porque es más segura.
La playa del Viejo Rey está hecha para todos. Es un espacio de libertad auténtico. Siempre he dicho que mis mejores siestas son en la playa. Y para ello se tienen que dar siempre una serie de condicionantes: silenciosa, amplia, tranquila y limpia. Cumple sobradamente cada uno de los puntos. Al ser tan grande nunca tendrás esos problemas de escuchar las conversaciones de los que están a tu lado. Cuando baja la marea se forman una especie de piscinas naturales que son una auténtica gozada. Es la mejor medicina para cuando te levantas de tu siesta.
La carretera que conduce a esta zona de la isla es una de las más bonitas de Fuerteventura. Sí, es de esas en las que te encanta conducir. No te cruzas con otros coches, no enturbian el paisaje y la calma invade el lugar.
Sientes que ese camino te va a llevar a un sitio especial. Normalmente con las carreteras intuimos lo que nos vamos a encontrar. Aquí no. No hay nada alrededor ni se aprecia. Está escondido como buen tesoro, un lingote de oro en medio del Atlántico.
Volver una y otra vez
Aunque todas las playas de Fuerteventura me gusten, siempre hay unas con las que conectas más. Esas sensaciones que se producen en tu primer encuentro son las que marcan. Desde la misma carretera que te conduce a La Pared, hasta que llegas allí para disfrutar de este paraje natural. Lo tiene todo sin tener nada. Cuando estamos en la playa, lo único que queremos es relajarnos y disfrutar. Que el sol nos acompañe y que el agua nos reviva.
Podemos correr, hacer surf y relajarnos. O todo a la vez. Aquí no se piensa, para eso está nuestra rutina de la que huimos. Es y seguirá siendo una de mis playas favoritas.
Siempre he hablado de las tortillas que hacía mi abuela. Tenía ese exquisito paladar para saber cuál era el punto perfecto de papas, sal y huevos. Las comía una y otra vez. Siempre disfrutaba. La playa del Viejo Rey también sabe cómo me gustan los días: soleados, tranquilos, con la arena sirviendo de la mejor almohada del mercado y el agua transparente. La puesta de sol me vuelve a recordar que ese día estoy de vacaciones. Gracias al exquisito paladar de este lugar puedo sonreír cada vez que vengo y ya estoy contando los días para regresar.