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"Laurisilva" en La Palma es un concepto que remite al Bosque de Los Tilos y en su defecto al Cubo de la Galga. Sin embargo, este ecosistema macaronésico abarca otras zonas de interés equivalente en todo el arco septentrional de la isla. La de este post, ubicada en Garafía, es sin duda una de ellas.
Barranco arriba, barranco abajo
Aunque su paisaje es único, la visita la podemos dividir en dos partes. La primera es netamente cultural y tiene que ver con el Parque Cultural de La Zarza y La Zarcita. Fue el primer parque arqueológico de Canarias y sirve para poner en contexto dos estaciones rupestres que ocupan los respectivos márgenes del barranco. Y la segunda es una bellísima caminata, circular hasta el inicio o lineal hasta el barrio de Don Pedro. Sin ánimo de exagerar y para el firmante, una de las joyas ocultas de la Red Insular de Senderos.
El punto ideal para iniciar la actividad es junto en la cintura entre estos dos mundos, que viene a ser el aparcamiento del Parque y queda justo al borde de la carretera general LP-1. Es indiferente hacer primero una parte u otra, pero en mi caso elijo el mismo orden descrito más arriba. La entrada al yacimiento cuesta 2€ e incluye el acceso a la exposición del pequeño Centro de Visitantes (recomendable para ofrecer contexto a lo que luego veremos).
Esqueletos de brezos
El sendero aquí tiene un trazado triangular, con el vértice inferior donde nos encontramos y los dos superiores en cada una de las estaciones de grabados rupestres. Es tan pintoresco como tenebroso, con los brezos arqueados sobre nuestra cabeza y tapando la escasa luz que llega al barranco. Jirones de bruma se entrecruzan a menudo con nuestros pasos, dando al conjunto un aire de misterio y aventura.
Apaciblemente llegamos a una bifurcación atravesada por un puente, donde toca decidir cuál de los dos "cabocos" (aberturas circulares en el barranco, según la palabra local heredada del portugués) queremos visitar primero. Es imposible elegir cuál de ambos merece más la pena.
Pintados en la piedra
Los motivos geométricos y abstractos de ambos yacimientos todavía guardan la mayor parte de sus secretos. Atribuidos en un principio a cultos relacionados con el agua, las escasas excavaciones realizadas no han podido aportar muchas más explicaciones. Lo único que sí parece claro es que las gentes que tallaron estas intrincadas formas sobre la roca no vivían aquí de forma permanente, sino que acudían al lugar durante espacios cortos de tiempo. Es inevitable pensar que lo hacían para algún tipo de ritual mágico-religioso, pero solo podemos imaginar su objetivo.
El túnel de la laurisilva
La parte deportiva se inicia por debajo de la carretera, que sortearemos con la ayuda de un túnel construido a tal efecto. El ambiente es al principio agrícola, con restos de cultivos abandonados, cuevas que fueron cuartos de aperos e incluso algún esqueleto de coche que no se sabe muy bien cómo demonios ha llegado hasta allí.
Pero poco a poco la naturalidad se abre paso y nos conduce a un constante coqueteo con el fondo del barranco. Los ojos más entrenados acaso logren descubrir algún petroglifo más por el camino (pista: queda en alto y por la izquierda) y la ruta es en general muy poco exigente. Aunque el curso tiende a ser encajonado, se abre ocasionalmente en enormes cabocos, el mayor de los cuales ha sido bautizado como La Catedral. Barandas y puentes de madera facilitan los pocos tramos de cierta complicación y la Fuente de Caldera del Agua pone punto y final al descenso.
La Vica y Doña Pola
Poco más abajo de encontrarla enfilamos una subida hacia la derecha, que nos saca del barranco a través de la Fuente de La Vica. Testimonio de otras épocas y otros usos sociales, todavía nos parece escuchar en ella los jugosos cotilleos de las lavanderas.
La Plaza de la Cruz del Gallo marca el siguiente punto de inflexión. Desde aquí podríamos retornar, carretera arriba, hasta el punto de partida. La vía no tiene arcén, así que conviene extremar las precauciones. Ahora bien, tampoco tiene apenas tráfico. Si en cambio marchamos cuesta abajo, llegaríamos a Don Pedro. Y si de frente, hacia el espectacular Mirador de Doña Pola. Mi consejo: que decidan lo que decidan no dejen de visitarlo.
A sus pies se abre, imponente, el Barranco de Fagundo, con poderosas paredes verticales que caen a plomo hacia simas tapizadas de verde. En la costa, el núcleo de El Tablado. Y a sus espaldas, el Atlántico infinito, autopista para las nubes que alimentan el bosque.