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Nada más llegar a San Sebastián, La Gomera se muestra tal y como es. Sin complejos. Las montañas y los acantilados te dan la bienvenida y las cicatrices, en forma de valles que atraviesan la isla, te enseñan que la edad y el paso del tiempo se puede llevar con mucho gusto.
Todo bañado en oro verde. La isla cambia las tonalidades en función de los puntos cardinales y la altitud a la que nos movemos. Es el gran tesoro que esconde La Gomera, un lugar completamente diferente al resto. Sin colas, sin tráfico, sin semáforos ni gente de mal humor; lo único de lo que debemos preocuparnos es de disfrutar por fin de un espacio cien por cien natural.
Ruta Norte
Cuando estamos en San Sebastián y queremos emprender camino, la isla te da dos soluciones muy simples. La ruta norte que nos lleva por Hermigua, Agulo y Vallehermoso entre otros; la ruta sur que nos conduce directamente al Parque Nacional de Garajonay. Da igual qué camino coger. En este caso, cualquier opción será la mejor. Lo bueno de todo esto es que las carreteras acaban confluyendo al noroeste de la isla. Por ello, podemos hacer una ruta circular que nos llevará por los mejores lugares de la isla colombina.
Como en un post anterior hablé exclusivamente del Parque Nacional del Garajonay (puedes leerlo en mis artículos relacionados) y sus senderos, esta vez opté por hacer la ruta norte.
Hermigua
Comenzamos nuestro ascenso por la GM-1, dejando a nuestra derecha el Parque Natural Majona, y a nuestra izquierda el siempre imponente Garajonay. Una vez llegados a este punto, empieza el descenso hasta la costa donde se encuentra nuestra primera parada: Hermigua. El pueblo se sumerge entre un manto verde de plataneras, palmeras y viñas. Todos parecen convivir en armonía. Nadie se molesta. El espacio personal de la naturaleza se protege con mucho mimo.
A pesar de que su actividad económica está basada principalmente en la agricultura, Hermigua se ha convertido en uno de los puntos principales de viajeros. Además de ser un enclave de una increíble riqueza paisajística, cuenta con una de las zonas de baño más singulares de la isla. Una muestra de ello, es la playa de Santa Catalina, en la que una alfombra inmensa de plataneras se ha adueñado de la primera línea de mar, formando una estampa de colores única.
Si buscamos un plan algo distinto, pero sin dejar de lado el océano, tenemos un poco más al este la Playa de la Caleta. Perfectamente señalizada, y a diez minutos en coche del primer lugar, se encuentra este rincón de callaos y con un estupendo merendero donde poderte llevar algo de comida para asar, mientras disfrutas de un día de playa con amigos o familia.
Agulo
Después de un baño, seguimos a nuestra siguiente parada: Agulo. Son menos de cinco kilómetros los que separan un pueblo del otro. La carretera recorre la costa de esta zona de la isla, pudiendo ver durante todo el recorrido la isla de Tenerife. Sin duda, es una de las zonas más bonitas de la isla para conducir.
A diferencia de Hermigua, que se extiende a lo largo de la carretera, en Agulo las casas se agrupan de tal manera, que parecen formar una sola. Un lugar casi impenetrable. Nada más lejos de la realidad. Basta con bajarte del coche y adentrarte por sus delicadas calles adoquinadas que transcurren por el interior del pueblo, para darte cuenta que todo lo que sucede en el interior es pura tranquilidad. Tienes la sensación de estar protegido. Las calles están para caminarlas y hablar con los vecinos más que para circular por ellas con los coches. Como mejor se ve un lugar es paseando, así que no dudes hacerlo aquí.
Como un guardián, de día y de noche sobre Agulo se forma el famoso Mirador de Abrante. Un lugar de obligada visita. Desde aquí tenemos las mejores vistas de El Teide, donde casi le podemos mirar a los ojos. El mirador se sustenta sobre una plataforma completamente de cristal. Es normal que de primeras se te aflojen un poco las piernas porque te ves prácticamente suspendido en el aire, pero la experiencia merece muchísimo la pena.
Las Rosas
El siguiente punto era gastronómico. Nunca defrauda La Gomera en este apartado. Apostando fuerte siempre por los productos de la tierra, en casi cualquier sitio puedes comer muy bien. Y lo que es más importante, de manera saludable.
Esta vez mi parada estaba a orillas del Garajonay. El restaurante Roque Blanco en las Rosas. La carretera que te lleva al lugar es impresionante. Embalses, barrancos y montes tupidos te acompañan durante todo el camino. El restaurante cuenta con unas vistas espectaculares, donde el verde tupido de la isla se extiende prácticamente hasta el mar. El almuerzo siempre sabe mejor acompañado de la naturaleza.
Como colofón final, y para dar por acabada nuestra ruta, decidimos volver a San Sebastián por la carretera de Laguna Grande que cruza el ancho del Parque Nacional de Garajonay y conecta a su vez con la GM-2, la carretera sur de la isla.
Siempre hay que pasar por el Garajonay cuando se visita La Gomera. Es el auténtico pulmón de la isla colombina. Una masa forestal que ocupa el diez por ciento de todo el territorio. Un Patrimonio de la Humanidad con un gran tesoro natural. Ese oro verde formado por veinte especies diferentes de árboles. Un escenario de película, y en el que tus sentidos disfrutarán como pocas veces lo hacen. Conduzco despacio, dejando que el aire y el silencio entre en el coche. Pocas veces se ven lingotes de oro verde tan cerca, así que no tendré prisa por irme.