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Al norte de Fuerteventura está El Cotillo. A apenas 15 minutos desde la turística Corralejo, aparece una zona aún sin grandes masificaciones urbanísticas y con esa atmósfera calmada de los puertos canarios en los que solo se mueve el viento, las tablas de surf y las olas. Una línea de costa que combina las grandes y ventosas playas con las pequeñas calas vírgenes con forma de media luna y aguas siempre cristalinas.
Llegar al pueblo es llegar a una de esas zonas que son patrimonio de las islas. Uno de esos entresijos de calles estrechas, manchadas de arena y rodeadas de casas blancas. Aunque en los últimos años en El Cotillo han proliferado los apartamentos y nuevos edificios, sigue siendo un pueblo de playa. Las novedades han llegado en forma de puerto pesquero, de nuevas tiendas, o de zifio, un cetáceo habitual de las aguas canarias y cuyo esqueleto luce hoy como estatua en uno de los extremos del pueblo.
Tampoco hace falta hacer una gran ruta entre las casas, o una larga visita a sus monumentos, y es que El Cotillo ya huele a playa desde que uno abre la ventanilla del coche. Aquí se viene a disfrutar de unos paisajes que poco tienen que envidiar a las eternas y paradisíacas costas del sur de la isla.
La playa de El Aljibe y los deportes acuáticos
Si en el sur destaca la calma de las aguas (no en vano una de las zonas turísticas con más renombre de Fuerteventura se llama Costa Calma), aquí sí se puede jugar con las olas. No suele haber grandes marejadas, pero en la conocida como playa de El Aljibe el mar permite divertirse y, muchos días, incluso practicar surf, un deporte para el que Fuerteventura es un pequeño paraíso.
Lo más practicado en la zona es, sin embargo, el kitesurf, y es que los vientos que suelen azotar en los adentros de esta playa de más de un kilómetro de longitud son ideales para volar sobre las olas. Un festival de cometas de colores danzando bajo la atenta mirada del Castillo de El Tostón, último vestigio edificado antes de la virginidad de una costa interminable.
Los Charcos y La Concha, las grandes joyas
Al otro lado del pueblo, mirando aún más hacia el norte, el panorama es completamente diferente, más digno de postal si cabe, y también muy distinto a los inacabables arenales de playas como las del sur. Entre rocas y matorrales aparecen diminutas calas, a ratos totalmente solitarias, teñidas por el impoluto blanco de su arena.
Es un entorno que podría definir por sí solo ese eterno sentimiento que produce el verano. Por su estrecha carretera, con arena a ambos lados, solo destaca la imagen del faro de El Tostón. Allí termina la vía, y allí empieza también una de las grandes joyas playeras de Fuerteventura. Las diferentes calas que se forman en la conocida como la playa de Los Charcos están protegidas por una barrera natural de rocas que permite que se conviertan en auténticas piscinas naturales de aguas turquesas.
Para el que quiera quedarse más cerca del pueblo, la opción es la playa de La Concha. Una perfecta media luna de color blanco absoluto. Junto a ella, otro suceder de diminutos arenales y zonas de roca. Una tranquilidad perpetua, esa que da como nadie el ronroneo de las olas mecidas por el viento.
Son muchas las opciones y muchos los rincones que se reparten a lo largo de El Cotillo, y sin duda a estas alturas, tratando de explorar todas esas calas, seguramente ya estemos ante el final del día. Este pueblo da para mucho con el brillo del sol, pero quizás lo mejor llegue cuando este se apaga.
Personalmente siempre fui fan de los atardeceres. Decía un compañero, muy viajero y muy viajado, que una de las cosas imprescindibles en un viaje es nunca perderse uno. Fuerteventura tiene varias zonas en las que el ocaso es una auténtica delicia, pero probablemente El Cotillo sea la más mágica: la puesta de sol reflejada entre los charcos que se forman alrededor de las pequeñas calas, la arena ya vacía de bañistas y el sonido del mar como única banda sonora de un cielo que se torna naranja y rojo.
La auténtica esencia de esta isla está también en El Cotillo. Uno de esos puntos rojos imprescindibles dure lo que dure la visita a la isla. Y es que Canarias siempre se entiende mejor cerca del mar, siempre se entiende mejor si las casas son blancas y las puertas azules. En esa lista de pueblos junto al mar que todo el que haya recorrido las islas tendrá en su cabeza, el nombre de este extremo noroeste de Fuerteventura difícilmente puede faltar.