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En Fuerteventura no todo es sol y playa. A pesar de que gozamos de un buen clima todo el año y las opciones para hacer deportes al aire libre o para vivir unas jornadas de playa son infinitas, también existen museos muy curiosos que sin duda merecen dedicarle tiempo para hacerles una visita.
Entre ellos podemos destacar, por ejemplo, la Casa Museo de Unamuno, el Museo Arqueológico de Betancuria o el Museo de la Sal.
Sin embargo, hay más opciones y hoy me he decantado por hacer una visita a estos tres: la Casa de los Coroneles en La Oliva, el Museo del Queso Majorero en Antigua y el Centro de Interpretación de los Molinos de Tiscamanita.
La Casa de los Coroneles
Voy a comenzar mi día de visitas en la Casa de los Coroneles, situada en la localidad de La Oliva e iré bajando hacia el sur haciendo el resto de paradas. El día es perfecto y recorro los kilómetros sin casi darme cuenta.
En la misma carretera existen indicaciones para llegar a este museo y verás que no tiene ninguna pérdida.
Está situada en una llanura preciosa, flanqueada por algunas montañas, destacando entre ellas la Montaña de Tindaya.
La Casa de los Coroneles se remonta al siglo XVIII y es la vivienda de mayor longitud conservada en Canarias. Antiguamente fue la vivienda oficial del Coronelato que ejercía el dominio militar en la isla de Fuerteventura. El edificio fue restaurado y recuperado para poder abrir sus puertas como museo.
Sin más dilación cruzo sus puertas y me encuentro con un precioso patio de madera, en torno al cual giran las estancias.
Doy un paseo por cada una de ellas empapándome de la historia de la casa y finalmente accedo al piso superior y puedo contemplar desde la parte exterior las magníficas vistas.
Esta parte superior es bastante grande, al igual que toda la vivienda, y da gusto deambular sin rumbo para deleitarse con las vistas.
Tras un rato sintiendo el silencio y la historia de la Casa de los Coroneles es hora de continuar con mis visitas. Retomo la carretera dirección sur para dirigirme al siguiente museo; a tan solo 25 km voy a encontrar el Museo del Queso Majorero.
Museo del Queso Majorero
Nada más llegar siento que me va a encantar todo lo que vea dentro de este museo. La entrada es muy agradable, llena de jardines y plantas de todo tipo, cuidado hasta el último detalle y, por supuesto, todo esto acompañado de un sol perfecto.
El museo gira en torno a una plaza central, todo en un blanco inmaculado que, en combinación con la madera, consigue un resultado perfecto.
Las estancias están numeradas y en cada una de ellas voy viendo cosas muy curiosas: una idea general sobre la formación de las Islas Canarias, su flora,temas específicos en torno al queso como su historia, la importancia de los quesos majoreros (“majorero” es la denominación que reciben los habitantes de Fuerteventura), su fabricación, las cabras majoreras, etc. ¡Todo me resulta muy curioso!
La importancia que cobra el queso en la isla se hace cada vez más palpable. No solamente siento esta importancia, sino también cómo la gente transmite con cariño una de sus grandes pasiones: sus quesos.
¡Esto se pone interesante! A medida que avanzo me gusta más. Es un museo en parte interactivo, con lo que me resulta más fácil recordar lo que voy visitando.
Paso a una sala donde se centran en explicar los diferentes tipos de cabras majoreras que existen. ¡No puedo creer que haya tantas!
Avanzo por la sala y veo una cosa muy curiosa y allá voy. Lo han llamado el “ordeño virtual” y puedes sentarte y simular que ordeñas una cabra ¡Es genial!
Me adentro en otra sala donde hay montada una especie de tiendecita simulando esta vez un antiguo colmado. Hay maquetas con quesos y otros productos y me resulta muy coqueto todo.
Miro el reloj y decido salir del museo y hacer una parada para comer para después continuar mi camino hasta el Centro de Interpretación de Los Molinos.
Centro de Interpretación de Los Molinos
Llego hasta el último museo de hoy. Desde Antigua hay solamente 10 kilómetros, así que en un abrir y cerrar de ojos estoy aquí.
Cuando vayas por la carretera podrás ver la abundancia de molinos en la zona y he de decir que le sientan fenomenal al paisaje: rojizos y verdes que se mezclan con los blancos, un contraste de colores digno de ver.
El museo consta de un molino muy bien conservado y un patio, alrededor del cual encuentro diferentes habitaciones con piezas antiguas de molinos. Me llaman mucho la atención porque nunca antes las había visto.
Encuentro, por ejemplo, unmolino de mano para moler el cereal (gofio), siendo el más típico y utilizado en el archipiélago. También hay una pequeña maqueta de un molino e incluso una rueda dentada tamaño gigante en una de las salas.
Salgo del patio y me dirijo al exterior; el molino está perfectamente conservado y accedo al interior donde veo todo el engranaje.
Echo a volar mi imaginación y recreo en mi mente a los lugareños de épocas pasadas moliendo el grano en los molinos de la zona para obtener el gofio. Me alegra que muchos de ellos se hayan conservado, así como las piezas, para que nos podamos hacer hoy en día una idea de lo que ocurría en el pasado.
Con esta última visita termino mi recorrido por algunos de los museos de Fuerteventura. Os animo a visitarlos porque, además de sol y playa, la isla nos sorprende mostrando sus costumbres más arraigadas.