ÚLTIMA HORA: Coronavirus (COVID-19) aquí
Les voy a proponer algo: cierren los ojos y piensen en un lugar paradisiaco para darse un baño… ¿qué se les viene a la cabeza? Seguramente un porcentaje muy alto de ustedes ha visto la imagen de una playa de arena blanca y aguas cristalinas. Pues bien, yo hoy voy a romper el mito y, desde El Hierro, me atrevo a gritar a los cuatro vientos “Playas, ¿para qué las quiero?”
No, no me he vuelto loca. Les voy a invitar a un paseo de dos kilómetros en los que nos bañaremos tres veces en lugares muy diferentes con dos cosas en común: todos son enclaves naturales y ninguno de ellos tiene arena. ¿Me acompañan?
Hoy elijo salir de Las Puntas, un rincón muy especial en la isla, ya que es justo aquí donde se levanta el Hotel Puntagrande, más conocido como “el hotel más pequeño del mundo”. Es un antiguo almacén reconvertido en hotel de dos estrellas y cuatro habitaciones. Es altamente recomendable entrar en el bar y ver las fotos del antes y el después, la decoración con placas de barco y un antiguo traje de buzo con escafandra incluida, y sentarse a tomar algo en la terraza o a comer en el interior. Pero esta vez lo paso de largo, que el propósito es darme un baño. Así, a los pocos metros, encuentro el cartel de “El Río”, y bajo la escalera, ya que es aquí, justo aquí, donde toca el primer chapuzón.
Piscinas y charcos naturales
El Río es un charco naturalen el que más de un herreño cuenta haber aprendido a nadar cuando aún no se habían adaptado las piscinas naturales de las que podemos disfrutar hoy en día a lo largo de la costa herreña. Es uno de esos lugares que ha visto a varias generaciones dar “sus primeras brazadas”.
Tras el baño y un ratito de sol, me calzo de nuevo las botas y salgo en dirección a La Maceta. Amantes de la geología, prepárense que el paisaje que me espera bien merece la pena: iré bordeando la costa de lavas cordadas y otras formaciones geológicas salpicadas de verodes, lechugas de mar de un verde casi artificial y diferentes flores que se atreven a nacer en este suelo que parece sacado de la superficie lunar. Advierto: que no piense nadie que la lava es negra.
Los paisajes volcánicos ofrecen colores muy diferentes, gamas de negros, amarillos y ocres, rojizos… veremos una gran variedad de colores. El broche de oro de la geología de este lugar llegará en Punta Zamora, donde dejaré atrás una increíble formación de disyunción columnar, sí, justo, algo que nos recordará mucho a un gran órgano esculpido en roca. ¿Quién sabe? Quizás bajo el agua alguna sirena, o el propio Neptuno, lo hacen sonar para deleite de los habitantes submarinos…
Y con el soniquete de la música del océano llego a las Piscinas de La Maceta, en las que no puedo resistirme a unos largos. Es un sitio perfecto también para quien viaja con niños, ya que hay tres piscinas, dos de ellas perfectas para los más pequeños. Les aseguro que a más de uno he visto pasarse la tarde viendo pequeños peces y cogiendo burgados y mini cangrejos (que aquí llaman arañas) que pasan a cubos de plástico para devolverlos nuevamente al mar a última hora, antes de irse a casa.
Aunque yo había comido para salir de casa, les cuento que aquí encontraremos a Carmensa con sus platos de “chiringuito de playa” en la parte derecha del aparcamiento mirando al mar (sugerencia: no se pierdan el peto hervido en mojo). A la izquierda está el restaurante de La Maceta, que ahora mismo está cerrado, pero se rumorea que pronto volverá a abrir, así que ya les contaré… Y no terminan aquí las opciones, y es que tenemos la posibilidad de preparar un asadero (barbacoa), ya que hay fogones para utilizar, como en muchas otras zonas de baño de la costa herreña. Eso sí, les recomiendo abstenerse en pleno mes de agosto, o madruguen para coger sitio, porque suelen estar siempre llenos.
La verdad es que La Maceta es un lugar realmente cómodo, ya que también cuenta con servicios públicos y con ducha de agua dulce, para quien no quiera llevarse el salitre a casa, aunque les confieso que yo, personalmente, prefiero irme “ensalitrada”, siempre me ha gustado esa sensación de llevarme “un resto” del océano conmigo :-)
Y ya, después del segundo baño y haberme secado al sol, continúo camino hacia Los Sargos. Para llegar a la zona de baño hay que descender por un camino marcado, pero no se asusten que no es mucho y les aseguro que merece la pena. Eso sí, si pueden elijan las horas de la marea baja, ya que es realmente espectacular la piscina que se forma. El agua, igual que en el resto de la costa, es realmente cristalina. Es una de las cosas que más me sorprendió cuando llegué a El Hierro por primera vez hace la friolera de 16 años. Eso y la forma perfecta en la que la lava dibuja la costa, y es que parece estar viendo la silueta de un mapa en 3D.
Este último baño “me sabe a gloria”. No me encuentro con mucha gente, en realidad sólo una pareja con un niño de unos dos años que aprovecha los charcos que ha dejado la marea alta. Aquí sí, aquí que ya es el final del camino de hoy, después del baño, saco un libro y disfruto del momento. El sol ya está más bajo, pero aún calienta para secarme y leer un rato escuchando el mar. ¿Se les ocurre mejor final para este sábado?
Lo sé, lo sé, aún no se ha acabado el día, aún me queda volver hasta Las Puntas a por el coche, y por supuesto disfrutar del tremendo atardecer desde este lado de la isla, desde donde veré prácticamente los últimos rayos de sol del suroeste de la vieja Europa…