ÚLTIMA HORA: Coronavirus (COVID-19) aquí
El Roque Nublo corona imponente y místico la isla de Gran Canaria. Disfrutar de una puesta de sol desde su base es una experiencia que todo el que visite la isla debería disfrutar.
Me gusta mi trabajo. Ser autónomo tiene muchas complicaciones pero, a la vez, te permite trabajar en diferentes proyectos y no aburrirte nunca. Cuando topas con un proyecto que harías incluso “por amor al arte”, el trabajo se convierte en auténtico placer. Esto me pasó hace poco con un proyecto precioso, con el que precisamente se buscaba mostrar las bondades de las Islas Canarias en otros países y en nuevos entornos digitales. Gracias a este proyecto disfruté de un momento mágico que yo aún no había tenido ocasión de vivir: una puesta de sol en el Roque Nublo, icono de Gran Canaria.
Siete días mostrando Gran Canaria a un vídeo-creador australiano
La idea: siete vídeo-creadores de diferentes puntos del mundo con un estilo narrativo propio y con una buena base de seguidores de su trabajo vienen a las Islas Canarias, cada uno a una, para crear un vídeo en el que transmitir su viaje. Y yo tuve la enorme suerte de acompañar al creador que vino a conocer Gran Canaria, Rick Mereki.
El plan: siete días con Rick y con mi compi Ciro en los que intentaríamos mostrarle al invitado todos los rincones y experiencias posibles en Gran Canaria. Pronto nos quedó claro que uno de los momentos que más le gustaba captar a Rick eran las puestas de sol. Nos vimos persiguiendo puestas de sol desde el momento en el que pisamos la isla, así que sabíamos que un atardecer en el Roque Nublo iba a ser imprescindible.
Preparados para improvisar: el maletero del viajero
Aunque estábamos seguros de qué rincones de la isla y qué tipo de experiencias no podían faltar en el viaje de Rick, la parte de planificarnos y llevar un calendario fue complicada. Cuando se trabaja con artistas, las horas parece que se difuminan. Además, por la técnica de grabación de nuestro invitado, si llegaba un momento de inspiración podíamos pasar horas en el mismo sitio: creo que estuvimos dos horas para grabar 10 metros de la calle peatonal de Triana en la capital, Las Palmas de Gran Canaria.
Así que siempre llevábamos el maletero preparado para todo: bañadores, bermudas, protector solar, gorros, toallas, botas de montaña, zapatillas de deporte y algo de abrigo. Este pack se lo recomiendo a cualquiera que visite las Islas Canarias (y tampoco está de más para quienes tenemos la suerte de vivir aquí).
Y llegó finalmente el día en el que, por horarios, parecía que podríamos subir hasta el Roque Nublo para disfrutar del espectacular paisaje y llegar a tiempo de ver la puesta de sol.
Subimos al Roque Nublo, símbolo de Gran Canaria
El camino de subida al Roque Nublo lo hicimos desde Las Palmas de Gran Canaria, intentando hacer pocas paradas, porque íbamos a contrarreloj. Eso sí, fue inevitable ir admirando y explicándole al invitado los cambios del paisaje vegetal: me maravilla ir subiendo y observar cómo va cambiando, y las plantas y árboles a los que el ojo empieza a acostumbrarse se van transformando a medida que vas ascendiendo.
La luz de la tarde empezaba a ponerse bonita y eso siempre significa lo mismo: la puesta de sol de acerca. Así que acabamos el último tramo después de una pequeña parada para sacar algunas fotos y llegamos al pequeño aparcamiento desde el que se accede fácilmente al sendero para subir hasta la base del Roque Nublo.
Durante el camino nos encontramos con varios turistas poco preparados para el paseo, con sus “cholas” de playa, que ya hacían el camino de vuelta a los coches. Seguimos ascendiendo el sendero hacia el Roque Nublo, bastante sencillo y que lleva unos 30-45 minutos recorrer.
Al poco de haber llegado a la base del Roque que, desde nuestra posición, se eleva ochenta metros (y unos 1.800 desde el nivel del mar), comenzó el espectáculo de colores en el cielo. Después de hacer algunas grabaciones caminando por la zona, Rick colocó la cámara y comenzó a grabar un timelapse de la espectacular puesta de sol que disfrutamos. Cuando uno está allí, observando un momento como el ocaso, entiende que este rincón de la isla fuera lugar de culto para los aborígenes de Gran Canaria.
La excursión se complicó un poco cuando pasaban los minutos y no podíamos volver al coche porque la grabación tenía que continuar: ya saben, cosas de artistas… El sol se ocultó casi por completo, empezó a oscurecer y, en ese momento, pudimos recoger. La temperatura había bajado y, pese a nuestro gran maletero preparado para “casi” todo, nos dimos cuenta de que no teníamos linternas para volver al coche. La subida había sido muy sencilla, pero la bajada, con la casi ausencia de luz (menos mal que los móviles sirven para todo), se nos hizo algo más difícil. Eso sí, el subidón de energía tras la puesta de sol en un lugar así, ayudó a llegar al coche con buen humor.
Para completar el plan hicimos una parada en San Mateo, donde nos comimos unos churros con chocolate deliciosos. Y así cerramos una experiencia que nunca olvidaré: mi primera puesta de sol en el Roque Nublo. Sé que no será la última (y que la próxima vez llevaré linterna).