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El Hierro tiene algo especial; algo que se queda grabado a fuego en tu corazón desde el primer momento que lo visitas y se convierte, ya de por vida, en ese lugar al que siempre quieres regresar.
Aquí encontrarás cinco motivos que harán que le rindas amor eterno a la Isla del Meridiano.
Sus atardeceres
Atardeceres hay muchos, pero ninguno como los que verás en El Hierro. Eso es así. Haz caso omiso a que corre sangre herreña por las venas de quien escribe estas líneas y que “la cabra siempre tira al monte”; han sido muchos los medios de reconocido prestigio que sitúan los atardeceres herreños entre los mejores del país.
“The Golden Hour”, bautizada así por unos amigos de tierras lejanas, convierte cada puesta de sol en una auténtica explosión de colores donde naranjas, rojos, amarillos y púrpuras dejan pasmados no sólo a viajeros que paran su mundo para inmortalizar esos instantes.
Si eres de los que buscan el sitio perfecto para sentirse envuelto por ese momento mágico, no dejes pasar la oportunidad de verlo desde uno de los lugares de parada obligatoria en la isla: el Hotel Punta Grande, el que fuera en su día el hotel más pequeño del mundo.
Sus senderos
Una isla pequeña en tamaño pero inmensa en belleza y riqueza paisajística sólo puede ser descubierta por el viajero de una manera: andando.
El Hierro ha recuperado sus caminos tradicionales para convertirlos en una extensa Red de Senderos perfectamente homologada conforme a la normativa internacional.
Los herreños han construido a lo largo de su historia auténticas obras de arte a través de veredas, atajos, calzadas y caminos naturales que han utilizado para desplazarse por todo el territorio insular.
Senderos que atraviesan bosques que parecen sacados de cuentos de hadas, paisajes lunares, zonas desérticas, verdes prados, caídas verticales de más de 1.000 metros de desnivel, un “Camino Real de La Virgen” y un sinfín de contrastes congregados en poco menos de 270 kilómetros cuadrados han hecho que El Hierro se convierta en los últimos años en un destino inigualable para la práctica de deportes de naturaleza entre los que se encuentra el senderismo.
Sus playas
El Hierro es isla, y es mar. Con estos términos tan escuetos seguro que piensas en las típicas playas kilométricas de arena blanca con palmeras en sus orillas. Pero si te digo que todo es volcán en El Hierro y te hablo de una isla donde la lava se encuentra con el mar de la manera más caprichosa en una costa escarpada en su totalidad, entonces debes pensar de nuevo.
Las zonas de baño de la costa herreña se caracterizan por ser, en su mayoría, charcos o piscinas naturales donde penetra el mar sin que la mano del hombre apenas haya intervenido.
La Maceta, El Charco Azul, Charco Los Sargos, El Río, La Laja, el Charco Manso o el Pozo de Las Calcosas son algunas de las opciones que te propongo para que a partir de ahora tengas un concepto de “playa” mucho más amplio.
Aquí podrás disfrutar de aguas cristalinas, temperaturas que rara vez bajan de los 20 grados a lo largo de todo el año, de una de las reservas marinas más importantes de España y de los mejores fondos marinos del mundo.
Sus vistas panorámicas
El Hierro se contempla mejor desde lo alto. La isla cuenta con numerosos lugares privilegiados desde donde podrás divisar espectaculares panorámicas y singulares perspectivas que son el mejor hilo conductor para conocer nuestra tierra.
Y es que somos número uno en miradores de vértigo. Aquí, en cualquiera de sus balcones naturales, rodeados por abruptos acantilados que alcanzan más de 1.000 m de altura, podrás comprobar con tus propios ojos que El Hierro es una “isla vertical”.
Desde los miradores de La Peña, Jinama, Bascos, Dos Hermanas o Malpaso podrás avistar desde diversos puntos de vista una espectacular hendidura de 15 kilómetros de ancho y hasta 1.500 metros de profundidad, consecuencia de un acontecimiento prehistórico sobrecogedor: el gigantesco deslizamiento de tierra que hace milenios creó el Valle de El Golfo.
Sus gentes
Una de las mayores riquezas que atesora El Hierro es su gente.
El ritmo pausado al que ha avanzado la isla ha marcado el carácter de sus habitantes. El herreño es noble, amable, calmado. Aquí siempre se saluda. Prácticamente nos conocemos todos y es muy común que, para ubicarte, te saquen parentesco por tus padres o abuelos.
La isla entera es un paraíso de tranquilidad y sus gentes desbordan hospitalidad. El herreño ha sabido trasladar al foráneo ese peculiar calor tan característico que ya se ha convertido en nuestro sello de identidad.
Te animo a venir a El Hierro y conversar con nuestros mayores, siempre dispuestos a relatar la historia vivida; ellos son la mejor y más completa guía que existe ahora mismo de la isla.
Decía el periodista José Ribagorda en uno de sus artículos que tenía una “conexión casi espiritual con El Hierro” porque una parte de él siempre se queda aquí después de diez años viniendo a la isla todos los veranos.
Quizás sea ese el único riesgo que corras cuando descubras El Hierro, que te plantees quedarte a vivir aquí. Pero puedes estar tranquilo, vivirás muy bien.