Cuando se trata de El Hierro, todos los caminos llevan a Valverde. El municipio noreste no solo es la puerta de entrada a la isla tanto por mar como por aire, también es un paseo por una naturaleza sorprendente, por playas y charcos espectaculares, por un vasto pasado y, sobre todo, por un futuro tan brillante como sostenible.
Un corazón verde
El nombre del municipio, Valverde, no es ninguna casualidad. Al adentrarse más allá de las costas volcánicas de la isla, los primeros colonos hallaron un frondoso valle pintado con una cantidad de verdes fascinante. Una experiencia que todavía hoy puede revivirse al tomar uno de los muchos senderos que conectan todos los puntos del municipio, una herencia de tiempos antiguos cuando la población local hacía la mudada para trasladarse de un lugar a de la isla en busca de las temperaturas más cálidas. Hoy todos estos caminos se han convertido en senderos y rutas perfectamente señalizadas, dando lugar a una infinidad de opciones posibles para el caminante. Una de las más populares, sin embargo, es la Ruta de La Llanía, un trazado circular y muy accesible que en poco tiempo permite descubrir bosques de laurisilva, de fayal-brezal y paisajes volcánicos como la caldera de la Hoya de Fireba.



En el corazón del municipio se encuentra el Paisaje Protegido de Ventejís, un paraje rural de 1.143 hectáreas que es el hogar del Árbol Garoé, uno de los secretos mejor guardados de los antiguos aborígenes, los bimbaches. Este anciano árbol era considerado sagrado por su capacidad de destilar el agua proveniente de la lluvia horizontal, lo que evitó que los primeros herreños no solo no murieran de sed, sino que también les permitió evolucionar como sociedad y dejar un imponente legado. También se encuentra por la zona La Albarrada, uno de los primeros asentamientos de la isla y que, a pesar de estar hoy despoblado, aún pueden visitarse sus muros de piedra rodeados de naturaleza.
En el lado este del municipio está el Paisaje Protegido de Timijiraque, una reserva natural de un gran valor geológico y en la que es posible descubrir plantas muy poco comunes como la lengua de pájaro o los cardonales. Su ubicación junto a la costa y las espectaculares vistas que atesora son una combinación infalible para aquellos que buscan dar un paseo energizante que termine en un buen chapuzón.
Y hablando de energía, en Valverde también se encuentra Gorona del Viento, la central hidroeólica encargada de autoabastecer a toda la isla a través de fuentes limpias y sostenibles. Visibles desde diferentes puntos de la isla, sus cinco aerogeneradores ya se han convertido en todo un símbolo de progreso para los herreños, pero más de cerca puede verse otra parte aún más espectacular, el salto de agua, el cual parte desde un cráter volcánico impermeabilizado para adentrarse en las turbinas de la instalación al caer. Una obra de ingeniería que puede ser visitada mediante reserva previa y cuyo concepto pionero ya ha sido exportado a otros países como Cabo Verde.

Las muchas formas de disfrutar del mar
Si hay otro color que defina a Valverde ese es sin duda el azul. El municipio, al igual que el resto de la isla, vive abierto al Atlántico, el cual disfruta de mil y una maneras a través de las diversas playas y piscinas naturales que salpican todo su litoral. Las zonas de baño son todo un punto de encuentro para los habitantes de la zona, algo que se nota en sus servicios. Además de los básicos, muchas de ellas cuentan con merenderos y barbacoas habilitadas, al igual que todas forman parte de la Biblioplaya, una iniciativa que permite a los visitantes coger un libro para leer y dejarlo en la siguiente playa. Un ejemplo más de que en El Hierro se vive de otra forma.
Elegir el lugar idóneo para disfrutar de las olas puede ser lo más complicado, ya que hay opciones de todo tipo. En el extremo norte se sitúa Tamaduste, un pequeño pueblo a pie de mar que en un pasado sirvió de lugar de veraneo para los propios herreños. Sus casitas tradicionales son solo la antesala a una de las playas más animadas del municipio y en la que se puede disfrutar de diferentes actividades acuáticas como el bodyboard. Los amantes del buceo y el snorkel, por el contrario, suelen preferir Las Playas - Playa del Pozo, una atípica ribera de arena negra y guijarros desde la que se puede llegar hasta el Roque de Bonanza. Situado a pocos metros de la costa y fácilmente alcanzable a nado, este curioso monumento natural es el hogar de diversas especies marinas, por lo que es casi indispensable acercarse a él con gafas y tubo.
Muy próximo al aeropuerto está el Puerto de La Estaca, un atípico lugar de baño en otras partes del mundo, pero que en El Hierro puede usarse con total tranquilidad, ya que tanto bañistas como embarcaciones cuentan con espacios perfectamente delimitados y conviven armoniosamente.
Por si no fueran suficientes opciones, el municipio de Valverde también cuenta con varias piscinas naturales, algunas de ellas entre las más bellas de la isla. Buen ejemplo de ello es el Pozo de las Calcosas, al norte de la isla. Esta singular aldea hecha de piedra y antiguos techos de colmo no solo permite sumergirse en la arquitectura más tradicional. Su escalinata conduce hasta un conjunto de charcos de ensueño situados al lado de una gran lengua de lava que, dependiendo de la marea, puede servir de solárium o de suave entrada a pleno mar abierto. Siguiendo la costa en dirección este aparece el Charco Manso, una zona de baño de espíritu salvaje y aguas cristalinas rodeada de cuevas y arcos basálticos.

Calles llenas de color y tradición
Valverde fue la primera zona poblada de El Hierro, algo que se nota en la cantidad de núcleos poblacionales que hay esparcidos a lo largo y ancho del municipio. El primero en verse es, casi siempre, la Villa de Valverde, el centro neurálgico de la isla, cuyo campanario es el encargado de dar la bienvenida a los visitantes que dan sus primeros pasos por la isla. Fue fundada en el siglo XV y se ubicó en el interior para evitar los ataques piratas, siendo la única capital canaria de la actualidad que no se sitúa en la costa. Sus calles empedradas sirven de guía hacia los edificios como la iglesia de Nuestra Señora de La Concepción, el ayuntamiento o el Centro Etnográfico Casa de Las Quinteras o la Casa del Conde, entre otros lugares.
A pocos kilómetros en dirección sur, en plena Meseta de Nisdafe, se halla San Andrés, el pueblo más alto de El Hierro y uno de los que más encanto atesora. Esta pintoresca localidad vive rodeada de campos y frutales, señal de su pasado y presente agrícola. Sus centenarias casonas se mantienen en un perfecto estado de conservación, haciendo que un paseo por sus calles sea como viajar en el tiempo. Una sensación que aumenta al cruzarse con uno de los muchos rebaños que pastorean por los alrededores de la zona.
Unos kilómetros al norte se encuentran Echedo, hogar de viñedos. Los herreños consideran esta zona como la que mejor clima tiene en toda la isla, algo que se puede apreciar por el dulzor de sus frutos y en especial de sus moras, así como en sus vinos con Denominación de Origen. Recorrer sus calles es todo un placer, una experiencia que puede alargarse tanto como se quiera, ya que Echedo también es el punto de partida o de paso de diversos senderos. Aquellos que buscan lugares aún más tranquilos y auténticos tienen su premio en Tiñor, el pueblo más pequeño de El Hierro, la tradicional Erese o Isora, una bonita localidad de las medianías que ha reconvertido su antiguo casino en el Centro de Interpretación de la Reserva de la Biosfera.
Valverde también tiene poblaciones con vistas al mar en las que disfrutar de la brisa y las olas, así como degustar platos típicos de pescado bien fresco. Además del Puerto de La Estaca, situado en la costa este, en el municipio también se encuentra Timijiraque, un pueblo en el que antiguamente hubo unas salinas, Las Playas y, por supuesto, La Caleta, un pequeño enclave costero con una sorprendente zona de baño tremendamente popular entre las familias y aventureros con sed de lugares diferentes.

De paseo por las alturas
La belleza natural de Valverde no está hecha únicamente para apreciarse a ras de suelo. Los isleños han aprovechado el vertical relieve de la isla para dar forma a distintos miradores desde los que contemplar los tranquilos paisajes de El Hierro desde múltiples perspectivas. Al norte del municipio, entre las plantaciones de Guarazoca, está situado el que probablemente sea el más popular de la isla: el mirador de La Peña. Desde aquí no solo puede contemplarse el imponente valle de El Golfo en todo su esplendor, sino que también permite conocer un poco más de cerca al arquitecto canario César Manrique, creador de esta atalaya, y acompañar toda la experiencia con un café o una cena en el mismo mirador. Una experiencia declarada desde hace décadas como Bien de Interés Cultural.
Al otro extremo de Valverde y solo separadas por cuatro kilómetros se encuentran otras dos joyas para la observación. El mirador de Isora y el mirador de Las Playas se asoman a más de 1.000 metros para mostrar unas panorámicas de altura de la bahía y el Monumento Natural de Las Playas. Unas vistas irrepetibles tanto de día como de noche, ya que ambos sirven como puntos de observación del estrellado cielo de El Hierro. No son, sin embargo, las únicas opciones, ya que Valverde aún oculta más opciones para aquellos que buscan algo diferente. Es el caso del mirador de las Pernadas, un modesto balcón situado en la misma carretera HI-5 que funde en un mismo paisaje la Montaña del Tesoro con la costa de Tamaduste y el ir y venir de barcos y aviones.