El municipio del noroeste es el más pequeño de la isla, pero también uno de los que más tesoros oculta. Una zona con una naturaleza mágica y encantadoras localidades que se entremezclan a lo largo, ancho y alto del valle de El Golfo.
Un entorno protegido
El municipio de La Frontera recibe su nombre por el abrupto cambio de terreno que se experimenta al adentrarse en él, sin embargo, bien podría ser porque es la puerta a unos paisajes tan fascinantes como en ocasiones desconocidos. El Parque Rural de Frontera, en el corazón de la isla, es solo un gran ejemplo. Los senderos que recorren sus más de 12.000 hectáreas dan lugar a planes como visitar conos volcánicos o hacer caminatas tanto por bosques como por zonas más áridas. Si el tiempo es justo, el punto a acudir es la Reserva Natural Integral de Mencáfete, un plácido paraje con un bosque húmedo, laurisilva y cuevas en el que habitan algunas de las especies más curiosas de la fauna y flora local.
Entre las zonas de pastoreo de La Dehesa, en el extremo occidental, se esconden sorpresas como El Sabinar. En este vertical entorno los vientos alisios han obligado a la vegetación a adaptarse, lo que ha creado un bosque de cuento en el que las sabinas adoptan formas inimaginables.
El municipio también es la casa de un animal tan único como característico de la isla: el lagarto gigante de El Hierro. Hace siglos este tranquilo saurio pobló todo el territorio, pero con el paso del tiempo la población fue poco a poco mermando hasta casi desaparecer. Hoy, dentro del Ecomuseo de Guinea, se encuentra un centro de recuperación de este animal, el cual está siendo reintroducido con éxito en la Reserva Natural Especial de Tibataje, un hábitat de 1.200 hectáreas situado al oeste del municipio y que acoge muestras de laurisilva y zonas de fayal-brezal, así como la Reserva Natural Integral de los Roques de Salmor, una curiosa formación alejada unos 350 metros de la costa situada al noroeste que también sirve como Zona de Especial Protección para las Aves.

Chapuzones de ensueño
La Frontera posee 64 kilómetros de costa, los suficientes para contar con algunas de las playas más singulares de la isla. En el extremo más occidental se encuentra Arenas Blancas, una pequeña cala virgen con un color de arena imposible de ver en otro lugar de El Hierro. Muy cerca, en dirección oeste, están la playa de Juan Espinosa y El Verodal, la elección de los amantes de los paseos junto al mar. Se trata de una zona con fuertes corrientes, pero el escarpado paisaje volcánico que la rodea y el contraste entre las aguas turquesas y la arena roja hacen que recorrerla sea todo un placer para los sentidos.
Las piscinas naturales son otra gran opción para disfrutar de las cálidas aguas del archipiélago. El valle de El Golfo abraza a varias de estas maravillas, todas con un carácter propio a pesar de la poca distancia que las separa. De este a oeste, una de las primeras en aparecer es La Maceta, un conjunto de charcos de diferentes tamaños enclavados en medio de un paraje volcánico. Su caprichosa formación y su accesibilidad lo han convertido en una de las opciones favoritas de las familias. Muy cerca se encuentra el Charco de los Sargos, una zona de baño con un espíritu mucho más aventurero. Acceder a ella significa tomar un estrecho camino que discurre por un acantilado, aunque el paseo vale sobradamente la pena, ya que abajo espera un acogedor y privado complejo de piscinas que ha sido levemente adaptado para convertirse prácticamente en un spa natural.
Dicen que lo mejor debe dejarse para el final y eso parece pasar en La Frontera. A pocos kilómetros se encuentra el Charco Azul, una auténtica obra de arte de origen volcánico considerada una de las piscinas naturales más bellas del archipiélago. Un entorno de ensueño situado bajo un gran arco de piedra basáltica, el cual da la bienvenida a una pequeña colección de zonas de baño con mucho encanto. La ruta de piscinas naturales bien podría terminar aquí, pero La Frontera aún guarda tesoros como Charco de La Laja, situado muy cerca del Pozo de Sabinosa, o El Río, una pequeña piscina natural situada en Las Puntas que aparece o desaparece según dicte la caprichosa marea.
Tradición y cultura a cada paso
Aunque el municipio fue constituido en 1912, los herreños habitan esta zona de la isla desde mucho tiempo antes. Los diferentes asentamientos de pastores, agricultores y pescadores fueron dando paso a pequeños núcleos poblacionales con una idiosincrasia y tradiciones propias. Sabinosa, con algo más de 250 habitantes, es la muestra perfecta. Está situado en el extremo más occidental y se trata del pueblo más aislado de la isla, pero sus pintorescas callejuelas empedradas bien merecen la visita, ya que en ellas reside una buena muestra del folklore de la isla, así como se elaboran excelentes vinos o sirve como punto de salto para los amantes del parapente. A escasos kilómetros, justo frente a la costa, se encuentra el afamado Pozo de La Salud, una ubicación llena de historia y en la que hoy descansa un balneario.
Muy cerca, en dirección al interior, se sitúa el Santuario Nuestra Señora de los Reyes, una pequeña ermita que es todo un lugar de peregrinación para los herreños. Desde aquí se inicia la festividad más importante de El Hierro, la Bajada de la Virgen de los Reyes, una singular romería que desde 1741 atraviesa los picos centrales de la isla hasta llegar a Valverde y que hoy en día se ha convertido en una popular ruta entre senderistas. Para los más aventureros, a pocos metros de la capilla se encuentra la Cueva del Caracol, un antiguo sistema de grutas usado por los pastores.
El corazón del valle lo cohabitan clásicos caseríos como Los Llanillos, todos ellos más o menos cerca de Tigaday. Esta localidad es el actual epicentro del municipio y el territorio de los Carneros de Tigaday, la tradición carnavalera más representativa de El Hierro, así como de la Iglesia de La Candelaria, famosa por su campanario separado situado en la montaña de Joapira. Su ambiente fresco y multitud de servicios la han convertido en una de las zonas con más ambiente juvenil de la isla y en un excelente punto de inicio o final de muchas rutas.
La zona nordeste también tiene sus tesoros, aunque en este caso con aire marinero. Las Puntas es un pequeño pueblecito nacido alrededor de un embarcadero. Esta zona acantilada sirvió hace siglos a muchos herreños para partir hacia el Viejo Continente, lo que estimuló su desarrollo. En 1884 abrió en su muelle el Hotel Puntagrande, considerado durante años el hotel más pequeño del mundo y que se ha convertido en un Bien de Interés Cultural.

El arte de la contemplación
En el municipio se alcanzan los mayores desniveles de la isla, pudiendo pasar del mar a los 1.500 metros de altitud del Pico de Malpaso en pocos minutos. Eso significa que es muy fácil poder disfrutar de la alfombra de cultivos de plátano y piña que cubre la zona con solo alejarse un poco de la costa. Para coger un poco de perspectiva y disfrutar de todo el valle en conjunto la mejor opción se encuentra en el mirador de El Lomo Negro, un promontorio situado sobre una dorsal volcánica que permite analizar cómo las diferentes capas eruptivas van modificando el color del paisaje.
La Frontera también es uno de los mejores lugares del archipiélago para la práctica del astroturismo. La claridad del cielo y la baja contaminación lumínica que suman sus poblaciones han servido para que el municipio se sume a la lista de destinos canarios con reconocimiento Starlight.