El Pinar

El sur de El Hierro tiene dos caras. Una está compuesta por una inmensa escala de verdes, mientras que la otra es todo un océano de tonalidades azul. Un municipio de 84,95 kilómetros cuadrados lleno de contrastes y una riqueza natural tan singular que merece ser contemplada desde tierra, mar y aire.

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El Pinar. El Hierro.
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Una oda a disfrutar al aire libre

Agradables temperaturas durante todo el año y un catálogo de paisajes al que no le falta ni una página; El Pinar lo tiene todo para disfrutar de la naturaleza en todo su esplendor. El 80 % de su territorio está protegido, ya que en él se encuentran bosques milenarios de laurisilva situados en las zonas más altas, exuberantes pinares que dan nombre al municipio, parajes volcánicos, acantilados, laderas escarpadas, pendientes y una espectacular costa en la que hay calas y piscinas naturales. A todo ello hay que añadir que, gracias al relieve de la isla, la zona queda resguardada de los vientos alisios, lo que la convierte en la zona más tranquila para practicar el parapente.

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La puerta de entrada al Mar de Las Calmas  

Por si no son suficientes los muchos paisajes que hay por todo el municipio, bajo la costa de El Pinar se esconde una reserva marina que ofrece un tesoro natural. Sus escarpados fondos volcánicos son el hogar de una enorme cantidad de especies marinas, algunas de ellas propias del archipiélago como el bocinegro y otras tan sorprendentes como los inofensivos tiburones ballena. Una combinación única que, unido a las condiciones climatológicas del archipiélago y claridad de las aguas, han situado a El Hierro entre los mejores destinos para el buceo a nivel mundial.

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Una de las zonas más idílicas para disfrutar de un chapuzón es Tacorón, una cala de arena roja y espíritu salvaje situada al suroeste. Este pequeño oasis de paz, además, cuenta con piscinas naturales, perfectas para saciar la sed de exploración de los amantes de las gafas y el tubo. Sin embargo, para conocer el Mar de Las Calmas en más profundidad el destino más popular es La Restinga, un pueblecito marinero que respira tradición por los cuatro costados. A pesar de no llegar a los 600 habitantes, su puerto es todo un epicentro de actividad. De él se nutren a diario los restaurantes de la zona, famosos por la frescura y calidad de sus pescados, pero también diversas actividades de ocio como el submarinismo, el avistamiento de cetáceos o diferentes deportes de tabla.

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La lengua secreta de los bimbaches

La historia de las Islas Canarias se remonta a antes de la Conquista, cuando fueron habitadas durante siglos por antiguos aborígenes. El Hierro fue el hogar de los bimbaches, una sociedad cuyo carácter agrícola sigue aún vivo entre la población local. Buen ejemplo de ello son los quesos herreños o la cerámica, la cual se sigue confeccionando a día de hoy de forma totalmente artesanal y sin usar el torno, tal y como ellos hacían.

El legado de los bimbaches, sin embargo, no termina aquí. Por toda la isla pueden encontrarse petroglifos tallados en las piedras, los cuales aún no han podido ser descifrados en su totalidad. Pero si en un lugar abundan es al oeste de El Pinar, en el Parque Cultural de El Julan. Esta zona, que antaño sirvió como punto de reunión de los primeros herreños, hoy acoge un centro de interpretación abierto al público y una zona arqueológica que permite mediante reserva conocer más de cerca estas antiguas inscripciones con la ayuda de un guía local.

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Faro de Orchilla. El Hierro.
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Lugares que rebosan historia

Además de seguir los pasos de los bimbaches, El Pinar también es una ventana a otras épocas y momentos históricos. El Centro de Interpretación del Geoparque, por ejemplo, permite retroceder a 2011 y vivir en primera persona la erupción del volcán submarino Tagoro o viajar millones de años atrás para aprender cómo las diferentes erupciones volcánicas fueron tallando la orografía de El Hierro y todo el archipiélago canario.

Al otro extremo del municipio, justo tocando con la costa, se encuentra Punta de Orchilla, un lugar que simplemente desprende magia. Durante siglos, muchos marineros lo consideraron el fin del mundo y más tarde, en el siglo XVII, fue designado como el Meridiano 0. Hoy, a pesar de no conservar estos títulos, sigue teniendo uno de los atardeceres más bellos de las Islas Canarias y se ha convertido en un valioso observatorio natural desde el que contemplar el estrellado cielo nocturno.