Juan Cruz: «ninguna isla se parece a la otra»

Hablamos con Juan Cruz, uno de los escritores canarios más influyentes en la literatura española y autor del libro Viaje a las Islas Canarias, que acaba de reeditar Penguin Random House

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Viaje a las Islas Canarias. Una historia cultural es uno de los libros más personales del tinerfeño Juan Cruz, escritor, periodista –es adjunto a la dirección de El País– y un canario orgulloso acostumbrado a lidiar con esa insularidad que le acompaña por la vida y condiciona su manera de enfrentarse a ella. En esta obra que Cruz denomina «literatura de la memoria», el autor reflexiona sobre el alma del archipiélago a través de un género que él mismo define más como lo que no es que como lo que es. «No es una novela de viajes, ni un ensayo, ni una guía. Es un viaje interior, un encuentro con los paisajes canarios para quererlos, no para describirlos».

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¿De dónde surgió la necesidad de reflexionar sobre Canarias en “¿Viaje a las Islas Canarias, una historia cultural”?

En realidad, surgió porque durante muchos años he dado la tabarra sobre Canarias allá donde fuera, hasta tal punto que un día mi amigo Peter Mayer, presidente de Penguin, me dijo que tenía que plasmar esas ideas en un libro. «¿Por qué no escribes una historia cultural de Canarias?», me dijo. La idea era mostrar mi punto de vista sobre la vida, las costumbres y la historia de Canarias, y lo hice a partir de un librito de Ignacio Aldecoa llamado Cuaderno de Godo. La estructura viene de ahí: fui a todas las islas, tomé notas sobre el terreno y escribí cada capítulo in situ, uno sobre cada isla.

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¿Tan diferentes son entre ellas?

Canarias es un lugar polimorfo, donde ninguna isla se parece a la otra, cosa que condiciona su personalidad, como también lo hace el clima. Tenerife es todas las estaciones a la vez, mientras que Gran Canaria es invierno y verano, Fuerteventura verano y Lanzarote es como una eterna primavera caliente. En La Gomera encontramos todas las estaciones: la primavera de Playa Santiago, el verano melancólico de Valle Gran Rey y el invierno cerrado de Garajonay. Ninguna isla es como la otra, todas tienen su manera particular de enfrentar las estaciones, aunque algunas tengan puntos en común: la soledad de El Hierro nos recuerda, por ejemplo, a ciertas zonas del norte de Fuerteventura.

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¿Cómo se manifiesta todo ello en la idiosincrasia de cada isla?

Fuerteventura tiende a la felicidad, mientras que Tenerife lo hace a la melancolía. Lanzarote es cambiante, una tierra cuyos volcanes desembocan en un palmeral extraordinario, y La Gomera tiene una personalidad fuerte, porque Garajonay convoca todo tipo de sentimientos que remiten a la idea del viaje. Es como una isla dentro de otra isla.

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Usted nació en el Puerto de la Cruz y reside en El Médano, ambos en Tenerife. ¿Cómo explica que precisamente una de las islas más frecuentadas y por tanto más bulliciosas sea precisamente la más melancólica?

Puerto de la Cruz es una ciudad que está gran parte del año encapotada, y convoca un mar bravío y a la vez huidizo. El embarcadero de El Penitente es uno de los paisajes más evocadores del mar y del viento que uno pueda imaginar en ese norte que parecía en un tiempo hecho para bailar, cuando el cetro todavía no se lo había llevado el sur. No hay que olvidar que el Valle de La Orotava, lleno de huertos y recovecos, condiciona mucho a los tinerfeños, pues ahí empieza la niebla que se interrumpe en el Teide.

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¿Se sintió cómodo con un género que a priori resultaba desconocido para usted?

Dediqué el libro a mi nieto y a mi hermana, que murió antes de que se publicara. A él porque acababa de llegar y a ella porque me ayudó a mirar la tierra. Ahora ha muerto mi otra hermana y a ella le dedicaré el siguiente libro, porque cuando escribo siempre pienso que me está oyendo otra persona, sea periodismo, narrativa o poesía. Noto el eco de la respuesta. Si ese eco no existe, dejo de escribir. Viaje a las Islas Canarias lo escribí para que me escuchasen ellos.

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¿Existe una manera de ser canaria?

Todos los isleños tenemos un vínculo especialmente fuerte con nuestro origen. El territorio nos parece milagroso, único. Creemos, como dijo Samuel Beckett, que la isla es el ombligo del mundo. Somos gente peculiar, mimosos y engreídos, tendemos a creer que el resto del mundo es menos importante, menos grave que el nuestro.

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¿Es eso bueno?

No. Cuando te duele la muela o la espalda, tienes tos, no tienes dinero o tienes hambre tú eres del dolor, del hambre, de la miseria. La patria no existe. La patria no es más que el estado de ánimo con el que afrontas la vida cotidiana.