11 atardeceres únicos para enamorarse

Canarias es un archipiélago rico en Patrimonios Mundiales de la Unesco; también en Reservas de la Biosfera declaradas en siete de sus ocho islas, en cinco de ellas para todo el territorio insular; cuatro Parques Nacionales y once Parques Naturales, además de otras categorías de espacios naturales protegidos repartidos por montañas y costas de belleza inolvidable.

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Así, este paraíso en la Tierra es un lugar privilegiado para reconectar con la naturaleza y dejarse mimar por el sol en esas últimas horas del día, sin prisas ni aglomeraciones. Además, las Islas Canarias son el lugar de Europa con más horas de luz. Este fenómeno de días largos y soleados se debe a su situación geográfica y a la beneficiosa influencia de los vientos alisios y del anticiclón de las Azores.
Por eso se encuentran rincones para disfrutar de las últimas horas del día en escenarios para todos los gustos: desde la “tempestad petrificada”, como describió el célebre escritor Miguel de Unamuno, de las cumbres de Gran Canaria, hasta las costas sinuosas de aire melancólico de Tenerife, pasando por el espectáculo de la arena negra de La Palma o admirando los campos de vides de La Geria sobre los suelos volcánicos de Lanzarote. ¡Descúbrelos y recárgate de energía y de vida!
 

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La magia de la naturaleza en estado puro se siente cada atardecer en la misteriosa playa de Benijo, con vistas a los Roques de Anaga. Cielos color púrpura, rojo o dorado, pero siempre con el marco más singular gracias a la formación rocosa del Roque de Benijo, la espuma que arremolina la brisa de sal en su orilla y la cordillera montañosa que se pierde, a un lado, en el horizonte. Desde la capital tinerfeña, Santa Cruz de Tenerife, hay que dirigirse en dirección norte a la localidad de San Andrés y, desde allí, conducir por la carretera que nos lleva al pequeño núcleo de Taganana para continuar bordeando la costa hasta la playa de Benijo. Antes de descender por las escaleras que conducen hasta ella, podemos parar a comer y disfrutar de platos típicos de la isla. 

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Estos antiguos lavaderos rehabilitados se han convertido en un apacible espacio para el ocio, donde se incluyen paseos, jardines con flora autóctona y foránea, cascadas naturales y artificiales, lugares de descanso y miradores desde donde contemplar extraordinarias vistas de la zona norte de Tenerife y, como no, del majestuoso Teide, Patrimonio de la Humanidad. Situado en la localidad de El Sauzal, en el norte de la isla, se ha convertido en el lugar preferido para paseos románticos, tomar el sol en compañía de un buen libro, disfrutar de un bello atardecer e, incluso, ver a las parejas de novios fotografiase para su álbum de boda.

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Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria, un conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, poseen una red de miradores desde los que contemplar cómo el atardecer dibuja un cuadro de luces y sombras en el paisaje. Sin duda, las vistas desde el Monumento Natural del Roque Nublo, que alcanzan hasta el imponente volcán del Teide, en la vecina isla de Tenerife, dan fe de la calidad y limpieza del cielo único de Canarias. Ubicado en el municipio de Tejeda, dentro del Parque Rural del Nublo, se puede llegar en coche desde el aeropuerto y ascender a pie por un sencillo sendero de unos 1500 metros hasta la misma base del impresionante monolito de 80 metros de altura, mientras nos acompañan en todo momento las magníficas vistas a la Caldera de Tejeda. 

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Gran Canaria cuenta con kilómetros de playas para disfrutar de la puesta del sol sobre el mar azul y la arena dorada. En el sur de la isla existe un precioso lugar conocido como la “pequeña Venecia” por sus canales y la tipología de sus edificaciones. Caminando por la pequeña playa o por las estrechas callejuelas flanqueadas por el alegre colorido de las flores que decoran los balcones, la vida se siente más apacible cuando el astro rey tiñe de oro las aguas tranquilas. De camino al Puerto de Mogán desde el aeropuerto, la costa está jalonada de playas de todos los tamaños en las que darse un baño para esperar la caída de la tarde. 

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Tras las erupciones de Timanfaya en el siglo XVIII, los campesinos tuvieron que adaptarse a la nueva situación y lo consiguieron modificando el paisaje. Ahora en la isla se encuentra uno de los espacios más singulares del mundo: el Paisaje Protegido de La Geria. Contemplarlo durante la puesta de sol muestra la belleza de la que es capaz de crear el ser humano cuando se propone respetar la naturaleza para extraer de ella sus recursos. Extensos campos de vides cultivadas bajo un manto negro de pequeños fragmentos de roca volcánica y protegidas del viento por bajos muros semicirculares también de piedra se cuidan con amor, y se disfrutan mientras cae el sol con mucha más intensidad si al espectáculo visual lo acompañamos con el excelente vino elaborado en las bodegas que se encuentran en este paisaje sorprendente. La Geria está situada en el interior de la isla, en el municipio de Yaiza, cerca del aeropuerto y del Parque Nacional de Timanfaya. 

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Una de las emociones más inesperadas que se experimentan en la extensa playa de Famara es el efecto espejo que crea la arena mojada durante la puesta de sol y el cambio de colores, todo ello flanqueado por los impresionantes riscos de Famara a un lado y la pequeña isla de La Gracioso al otro. Su visión es tan especial que ha sido considerado uno de los mejores de España por la revista Conde Nast Internacional, que quedó cautivada por su hechizo que explota en mil pedazos con tonalidades que dejan boquiabiertos a quienes lo contemplan. Situada en el norte de la isla, se puede llegar desde Arrecife a través de la carretera que conecta Haría y Teguise.

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La playa de El Aljibe de la Cueva, en El Cotillo, no es solo una joya para practicar surf, sino que ofrece uno de los mejores atardeceres españoles, según el suplemento El Viajero, del periódico El País. El impresionante océano Atlántico, los arrecifes, la arena blanca y las negras rocas de lava danzan con un baile de colores a la hora de la puesta del sol muy difícil de olvidar. Situado en la esquina noroeste de Fuerteventura, El Cotillo es también conocido por su exquisita gastronomía a base de pescado fresco, y bien merece una visita Puerto Viejo, el más pintoresco y rústico del municipio. Una vez que se llega al aeropuerto, el trayecto en coche desde Corralejo hasta El Cotillo por la carretera que bordea la costa permite descubrir calas y playas prácticamente vírgenes. 

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Atardece sobre extensos campos de plataneras, cuyo verdor combina con el azul del mar y el cielo, y contrasta con el color oscuro de la arena volcánica de la playa. Esta estampa idílica existe en un pueblo pesquero de sabor auténtico situado en el oeste de La Palma. Esta isla Reserva de la Biosfera es uno de los lugares de España donde más tarde se pone el sol, así que el trayecto hasta allí en coche desde el aeropuerto por la carretera que bordea el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, y que comunica el norte con el oeste de la isla, merece la pena. Y es así no solo por la belleza del paisaje con cientos de tonos de verde del camino, sino porque luego espera un delicioso baño y el gusto genuino del pescado que llega casi en ese momento del mar a la mesa, y porque la caída del sol rojizo calma el espíritu mientras el mar va y viene en la orilla.

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Esta es la isla del verde y de uno de los bosques de laurisilva mejor conservados del mundo, un conjunto de especies vegetales que han logrado sobrevivir en el Parque Nacional de Garajonay, también Patrimonio de la Humanidad, mientras en la mayor parte del planeta desaparecieron en la era terciaria. Es también la isla de intrincada orografía, lo cual explica la existencia de otro de sus Patrimonios de la Humanidad, el Silbo, un lenguaje ancestral que aún pervive y que utilizaban los antiguos habitantes de la isla para comunicarse salvando los profundos barrancos. A toda esta riqueza natural y cultural hay que añadir otro regalo para los sentidos: los fabulosos atardeceres de Valle Gran Rey, no sin antes hacer parada en el Mirador del Palmarejo, diseñado por César Manrique, para tener la mejor panorámica del Valle. Y una vez en la costa, a disfrutar sobre la arena del espectáculo de colores que ofrece la puesta de sol. 

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El lugar que fue considerado en la Antigüedad el fin del mundo, y donde permaneció el Meridiano 0 hasta el siglo XIX que se situó en Greenwich, ofrece uno de los mejores atardeceres de luces anaranjadas. Desde este faro, rodeado de un paisaje volcánico absolutamente sobrecogedor donde reina el silencio, se aprecia con nitidez cómo el sol se va apagando lentamente en el mar llenando primero todo el horizonte de colores anaranjados y, luego, de rosados, violetas y añiles. Es posible llegar en coche desde el aeropuerto hasta el desvío para ir al Faro. Entonces se recorre una carretera de tierra de unos dos kilómetros que pasa también por el monumento al Meridiano 0, una de las insignias de esta isla Reserva de la Biosfera. 

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Caleta de Sebo es uno de los dos únicos núcleos de viviendas que existen en La Graciosa. Aquí las calles no están asfaltadas, son de arena, y sus habitantes miman con celo la autenticidad de sus casitas terreras. Se llega a esta pequeña isla de tan solo 700 habitantes desde Órzola, en la costa norte de la vecina Lanzarote, en embarcaciones que realizan varios viajes al día. Quienes visitan este reducto de belleza volcánica, donde solo las gaviotas cruzan el cielo y siempre hay pescado fresco en la mesa, quedan admirados por la naturaleza virgen de la isla y los bellos atardeceres pintados con gamas de rojo y anaranjado.