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Recuerdo perfectamente cuando era niño y llegaba la hora de pintar. Me daban una cartulina blanca y lápices de colores. Era la hora de la creatividad. En mí no se generaba ese miedo que suele invadir a los grandes artistas antes de empezar su obra. Ese “lienzo” en blanco era una golosina y un disfrute para un niño de 8 años.
Me decantaba siempre por colores vivos y cálidos (naranja, verde, amarillo y azul). ¿Por qué? Un artista reconocido probablemente diría que son colores que le han influenciado por el lugar en el que se crió. Pues bien, ni era artista ni conocido, pero diría que esa elección de colores respondía a un gusto claro por la luz. Algo a lo que mis ojos se habían acostumbrado y a los que no podía decir que no. Aunque no lo supiera, Temisas, en Gran Canaria, era uno de esos lugares que siempre pinté de pequeño.
Temisas
Este coqueto caserío situado al sureste de la isla y ubicado en el municipio de Agüimes, esconde cientos de rincones y tesoros. Temisas posee un interesante patrimonio histórico. Una mimada arquitectura, de edificios bajos, muros de mampostería blanqueados con yeso y cubiertas de tejas árabes, le ha valido el título de Caserío Canario Representativo, otorgado por el Gobierno de Canarias.
Este lugar, flanqueado por un ejército de palmeras canarias que custodian el pueblo, tiene su propio aceite de oliva virgen. En pocos lugares de las Islas Canarias se encuentran estos olivares. Con sus molinos de aceituna del siglo XVI, muchos olivareros acuden a la almazara municipal para fabricar este pequeño oro verde denominado Caserío de Temisas.
Sus estrechas calles te van llevando a derecha e izquierda por todo el pueblo. Mires arriba o abajo encontrarás una mezcla de paisaje, vida y cultura. Todos los elementos se encuentran en este pequeño paraíso. Nada más entrar, el tono de voz se modula a la quietud del lugar. No queremos molestar, solo queremos sentir lo que es vivir en un lugar al que no le falta de nada.
Barranco de Las Vacas
Es uno de los secretos mejor guardado de este pequeño caserío. Un trocito del “Gran Cañón” que ha preferido el clima cálido canario y se ha instalado aquí.
Hay dos maneras de encontrarse con este tesoro. Podemos hacer la ruta entera: Temisas – Cuevas de la Audiencia – Barranco de Las Vacas – Agüimes, por un sendero marcado en el kilómetro 9 de la GC- 550; o dejar el coche a la altura del kilómetro 14 de la misma carretera que nos deja directamente justo encima de este barranco profundo de toba volcánica. Es una ruta de lo más sencilla y siempre por caminos perfectamente señalados. Elige un día, cálzate las botas y no te olvides de la cámara, para que muchos de tus amigos que no han visitado este lugar se crean que esto existe en las entrañas de la isla.
Por lo que se ve, no era el único que dibujaba cuando era pequeño. La naturaleza también lo hace, y con bastante gusto. El agua y el viento han dejado estas formas caprichosas en las paredes de esta pequeña parte del barranco. Tonos que van cambiando en función de la luz. Marrones, amarillos y anaranjados son los que predominan durante el día. Y es frecuente ver a fotógrafos profesionales pasar el día en ese rincón buscando el mejor momento para disparar esa foto que pondrás de fondo de pantalla del ordenador.
Durante los fines de semana es una zona concurrida por grupos de senderistas. Son los que mejor se conocen cada rincón de la isla. “Llevo viniendo diez años y no me canso de verla”, suspira uno. “Es como regalar bombones, siempre es una apuesta segura venir a este lugar”, comenta otro.
Continente en miniatura
Imagino que mi subconsciente siempre supo que este lugar existía. Era lo suficientemente pequeño como para no poder viajar y conocer por mí mismo, pero los colores que dibujaba en aquella cartulina se correspondían con este pequeño continente en miniatura.
El verde para ese bosque de palmeras. Azul para el inmenso mar que nunca nos da la espalda y se ve desde la cumbre. El naranja para los tejados de las coquetas casas de este caserío y esas paredes de los barrancos, y el amarillo para el sol que siempre está presente e ilumina esta bonita estampa llamada Temisas.
Si algo echo de menos ahora mismo, es no poder tener una cartulina blanca y lápices de colores. Me gustaría volver a sentirme niño, a mi momento de creatividad y a pintar ese pueblo que siempre imaginé de pequeño. Lo haría exactamente igual porque, aunque siga sin ser artista, este pueblo me ha dado la razón. Con el verde, amarillo, naranja y azul puedo pintar Canarias, y Temisas.