ÚLTIMA HORA: Coronavirus (COVID-19) aquí
Hacer surf en Fuerteventura. Tenía clarísimo que quería hacer surf en Fuerteventura. Había tomado la decisión hacía algún tiempo, conocedor, eso sí, del riesgo al que me exponía. Me refiero, por supuesto, al ridículo que con seguridad iba a protagonizar.
Había elegido el lugar. Las playas de El Cotillo. Situadas en la costa oeste de Fuerteventura, encontrarás tres playas. De norte a sur, La Concha, Los Lagos y El Aljibe de la Cueva.
El Cotillo te regala uno de esos enclaves en los que logras estar solo incluso compartiendo arena y mar con centenares de personas. No en vano, las playas de El Cotillo han sido elegidas por los usuarios de TripADvisor como la cuarta mejor playa de Europa y segunda de España.
Aquella tarde, formaba parte de un numeroso grupo de amigos que tenían la misma inquietud que yo. Habíamos acordado con un amigo majorero una suerte de masterclass. Mis compañeros mostraron mayor destreza en su batalla contra las olas. Ahora bien, en una hipotética competición de alegría, me temo yo era el líder destacado.
Almorzar en El Cotillo
Llegamos en torno al mediodía. Desde Corralejo -donde pernoctábamos- debes tomar la FV 101 y desviarte hacia Lajares por la FV 109, hasta enlazar la FV 10 en sentido El Cotillo, que te lleva directamente a nuestro destino.
Recomiendo ir a las playas de El Cotillo a pasar la tarde. Al menos es cuando yo más lo disfruto. Pero como somos amantes del slow travel, optamos por ir con todo el margen posible. Nos permitiría disfrutar de un aperitivo, pasear por las estrechas calles y por el muellito, en el que es raro no ver a un grupo de niños haciendo piruetas antes de caer al agua. Fuimos también a reservar las tablas en las que, horas más tarde, trataríamos de no hacer demasiado el ridículo.
El Cotillo es un núcleo pesquero, con todo lo que ello comporta. Una evidente calma visible en los rostros, en los atuendos. En las conversaciones, café o cerveza mediante. En los niños del puerto. Hay una alta probabilidad de encontrar un día despejado. Con poco que pongas de tu parte, recordarás El Cotillo largo tiempo.
La propuesta gastronómica, con buen abanico para elegir, está presidida por el pescado. Eso hicimos tras el paseo, dar buena cuenta de un mero a la espalda acompañado de entrantes con aroma a mar y un buen vino blanco con acento local. Con moderación, por supuesto.
Playas de El Cotillo
Tras el correspondiente descanso, nos dirigimos en coche hacia el sur, rumbo al Aljibe de la Cueva. Es la elección obligada si quieres practicar surf en El Cotillo. Previamente habíamos alquilado en el mismo pueblo tablas de surf para cada uno. Las hay de todo tipo. Si eres aprendiz, como yo, no te preocupes, también te tienen en cuenta.
Rodeamos el Castillo de El Tostón, que si en su día tuvo una función de protección frente a piratas, hoy parece más una torre que admira la frenética actividad surfera que se vive en las playas. Avanzamos por un camino de tierra, sin pérdida posible. Apenas 500 o 800 metros.
Una vez aparcas -no tendrás problema- debes descender un pequeño lomo. Con cuidado, por dos razones. Primero, porque no hay un camino especialmente habilitado. Segundo, porque es probable que la mirada se dirija hacia un horizonte plagado de pequeñas manchitas de colores. Practicantes de surf y kitesurf, noveles y experimentados surfistas encuentran un espacio común para disfrutar.
Cosquillas de arena
Al principio repetí la rutina de cualquiera que llega a la playa. Toalla a la arena, sentarse sobre ella y dejar que los ojos vayan donde quieran. Enseguida notas que la arena comienza a hacerte cosquillas. Es condición sine qua non en una playa de estas características.
Pasados unos minutos, no había más tiempo que perder. Estaba dispuesto a que mi tabla y yo se mimetizaran con el mar y formar parte de aquel coro de surfistas y kitesurfistas que pintaban de colores el cielo de las playas de El Cotillo.
Sin embargo, el viento pronto me hizo saber que primero hay que domarlo a él. Al llevar una tabla más grande y pesada para facilitar la estabilidad de quien empieza a practicar surf, golpeaba en ella haciendo difícil el propio manejo de la tabla. Lo que vino después ya te lo puedes imaginar. Una vez logré poner la tabla sobre el mar, no sé si aquello que hice sobre ella puede llamarse surf. Pero desde luego, lo pasamos en grande durante horas bajo el sol de El Cotillo.