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La historia está viva, podemos caminar por ella y hasta tocarla. Visitar los castillos de Lanzarote es una experiencia memorable que nos traslada en el tiempo hacia épocas en que la población sufrió las invasiones de saqueadores procedentes de África y Europa.
La primera impresión que nos causa saber del origen y la utilidad de las fortalezas de piedra erigidas tiempo atrás es que Lanzarote no era un lugar seguro. En aquellos primeros años de la conquista de Canarias fue menester levantar atalayas, torres y castillos con propósito defensivo pues estas islas eran muy apetecibles para los piratas y corsarios que navegaban entre sus mares. Esclavos, tesoros escondidos, secuestros, razzias en las costas de África, botines y todo el imaginario al que podamos recurrir se encuentran repartidos en las fortalezas de piedra construidas en las costas o en el interior de la isla. Portugueses, franceses, ingleses, holandeses, moriscos o argelinos fueron dejando su huella en esta tierra rodeada de mar desde mediados del siglo XV hasta las erupciones volcánicas de Timanfaya en el siglo XVIII.
La construcción más antigua la encontramos en el centro de la isla, en Teguise. El castillo de Guanapay (o de Santa Bárbara), ubicado en el volcán del mismo nombre, fue construido en el siglo XVI aprovechando una torre de vigilancia levantada en el siglo anterior por Agustín de Herrera y Rojas, señor de la isla, con el fin de dar cobijo y protección a los habitantes de la Villa de Teguise ante los frecuentes ataques que sufría la población. Atacado en varias ocasiones y dañado, fue reformado por el ingeniero italiano Leonardo Torriani en 1590. Algunos estudios recientes indican que, en el lado opuesto del mismo volcán, el navegante genovés Lancelotto Malocello construyó una torre a principios del siglo XIV, aprovechando la existencia de una mareta natural en el cráter. El castillo no solo tuvo la misión de ser atalaya desde la que avistaban los peligros piráticos venidos del mar, sino que sus dependencias sirvieron de refugio a la población, mazmorra de reclusos y hasta palomar militar.
Desestimado su uso militar, en la actualidad acoge con gran éxito, sobre todo por parte del público infantil al que realmente fascina, el Museo de la Piratería. Siendo Lanzarote la isla más amenazada por la piratería, el Museo está conformado en dos bloques históricos: el estudio de la piratería en Teguise y la piratería internacional en Canarias. Piratas berberiscos como Morato Arráez, Tabac Arráez y Soliman o los piratas europeos como John Hawkins, Francis Drake o Robert Blake nos despiertan la curiosidad por conocer una etapa de la historia plagada de aventuras, enfrentamientos bélicos o correrías de invasores. Imposible resistirnos a conocer a personajes tan novelescos como Cachidiablo o Pata de Palo. Y además, desde lo alto de esta emblemática fortaleza contemplamos una vista de Lanzarote realmente impresionante.
Acercándonos hacia el litoral entendemos que la facilidad de acceso a la isla por mar desde la costa que hoy es capital de la isla fue la clave para levantar una de las dos fortalezas que podemos visitar en Arrecife.
Para acceder al castillo de San Gabriel construido en 1572 en el Islote del Castillo o del Quemado podemos hacerlo a través del Puente de las Bolas, que junto al castillo forman un conjunto de altísimo valor histórico y arquitectónico. Los imponentes cañones que jalonan su entrada llegaron en 1989 cuando la Guerra Hispano-Estadounidense. En su origen fue una fortaleza de madera que resultó insuficiente para las tareas defensivas, siendo incendiada por piratas berberiscos. En el siglo XVI se reemplazó por un castillo de piedra, y cumplió con su misión en la protección del puerto y de la ciudad. Hoy alberga el Museo de Historia de Arrecife, centrándose en el origen volcánico de la isla, sus primeros pobladores y la conquista española y la lucha del hombre con el territorio hostil. Desde su plaza de armas podemos contemplar y disfrutar la espectacular panorámica de la marina de Arrecife, una de las bahías de mayor y más variada biodiversidad del archipiélago.
La otra fortaleza que gobierna la costa de Arrecife es el castillo de San José, levantado en 1776 para proteger Puerto de Naos y dar trabajo a los habitantes de la isla y de esa manera aliviar la miseria reinante en aquellos años del monarca Carlos III. Conocido por muchos como el castillo del hambre, hoy día es la sede del MIAC, Museo Internacional de Arte Contemporáneo, tras la intervención del artista César Manrique, convirtiéndolo no sólo en museo sino también en restaurante desde donde, disfrutando de la cocina creativa de los Centros Turísticos, podemos contemplar la actividad portuaria de los puertos comerciales y deportivos de la ciudad desde su privilegiado ventanal. El artista lanzaroteño puso en marcha el I Certamen Internacional de Artes Plásticas con obras de Picasso, Tàpies, Miró, Mompó, Millares, Zóbel, entre otros, lo que dio origen a una colección de arte abstracto que ahora podemos conocer y contemplar en un espacio tan inusitado como este.
Por último, en el sur de la isla, en la localidad de Playa Blanca del municipio de Yaiza, podemos acercarnos a la torre o castillo del Águila, construido en 1741, invadido e incendiado y posteriormente reconstruido. En 1749, siete años después de su construcción, dos jabeques argelinos con una tripulación de unas cuatrocientas personas atacaron la torre, y después de rendir la guarnición redujeron a cenizas el maderamen interior del edificio, quedando con ello la fortaleza totalmente inhabilitada para realizar su función militar. De planta circular y con espadaña en la parte superior, el acceso se cerraba con un puente levadizo. En su interior, dos salas superpuestas daban cobijo a la tropa en la planta superior y servía de almacén y calabozo la planta inferior.
Desde este lugar privilegiado podemos contemplar, como antaño hicieran los soldados destacados en él para proteger la isla de los piratas, la cercana costa de Fuerteventura y la Isla de Lobos. Y ahí sigue, en pie, 300 años más tarde, testigo mudo de otras conquistas, de otros visitantes que también van dejando huella en la historia de la isla. ¿Hasta la próxima erupción?